III

Mientras estaba tendida en la celda de la prisión, Cuarta Tía revivió los acontecimientos que rodearon al regreso de Cuarto Tío del recinto gubernamental. Una vez más, el hermano mayor cojo iba delante y el hermano menor iba detrás, y eso hacía que la puerta se balanceara y que la cabeza de Cuarto Tío se moviera de un lado a otro. El sonido de su cabeza golpeando contra la puerta era tan nítido como lo había sido en el camino de ida. En cuanto salieron a la calle, la puerta se cerró a sus espaldas. Atormentada por una sensación de vacío, Cuarta Tía se giró para echar un último vistazo al interior, donde vio a un grupo de administrativos en el patio que apareció como si hubiera brotado del suelo, para congregarse alrededor del adjunto Yang. Lanzaban comentarios desdeñosos y sus rostros lucían sonrisas maliciosas, incluyendo el del adjunto Yang.

El paso del cadáver de Cuarto Tío atrajo mucho menos la atención que durante el camino de ida, cuando todo aquel que pudiera andar se había sumado a la penosa procesión. Ahora el cortejo constaba únicamente de unos cuantos perros ladrando.

De vuelta a casa, los hermanos dejaron los palos delante de la cancela; la puerta golpeó contra el suelo y levantaron una multitud de gritos entre los periquitos de Gao Zhileng. Jinju, con una mirada perdida en sus ojos, abrió la puerta.

—Meted a vuestro padre en la casa y depositadlo sobre el kang —dijo Cuarta Tía.

Ningún hijo habló ni se movió.

—Madre —Número Uno rompió el silencio—, la gente dice que no deberías depositar el cuerpo de alguien que haya fallecido por muerte violenta sobre el kang

Cuarta Tía le cortó:

—Vuestro padre trabajó como un perro durante toda su vida y ahora que está muerto, le negáis el bienestar de un cálido kang. Hasta aquí hemos llegado.

—Después de todo, está muerto, así que una cama normal también sirve. La muerte es como apagar una luz, dice el refrán. La respiración se convierte en una brisa primaveral, la carne y los huesos se convierten en lodo. Si le colocas sobre un kang caliente, se va a pudrir con más rapidez —comentó Número Dos.

—En otras palabras, ¿tenéis pensado dejar a vuestro padre a la intemperie?

—Es un lugar tan bueno como otro cualquiera —respondió Número Dos—. Los vientos fríos cortarán el olor y nos ahorraremos el problema de tener que sacarle mañana por la mañana.

—¿Y dejar que los perros se le acerquen?

—Madre —repuso Número Uno—, vamos a quitar la piel a la vaca y a sacarle la carne para venderla mañana en el mercado. Lo que dijo el adjunto Yang es completamente lógico, especialmente la parte en la que comentó que los muertos ya no están, pero los vivos tienen que seguir viviendo.

La pobre Cuarta Tía no tenía elección.

—Esposo, como tus hijos no te dejan dormir en el kang, tienes que quedarte aquí esta noche —dijo entre sollozos.

—No empeores las cosas, madre —dijo el hermano mayor—. Entra en casa y túmbate. Nosotros nos ocuparemos de todo.

Dicho esto, encendió la linterna y la colocó sobre un rodillo de piedra al lado de la era, mientras su hermano sacó un par de taburetes y los colocó a unos metros de distancia del suelo. Cogieron la puerta sobre la que se encontraba el cadáver de Cuarto Tío y la apoyaron sobre los taburetes.

—Entra y descansa un poco, madre —apremió su hijo mayor—. Nosotros vigilaremos el cuerpo. Di lo que quieras, pero nuestro padre estaba destinado a morir de este modo, así que no hay motivo para estar triste.

Pero ella se sentó junto a la puerta y quitó con una ramita los gusanos que se arrastraban por los diversos orificios de Cuarto Tío mientras sus hijos extendían una lona desvencijada sobre la era y colocaban el cadáver de la vaca sobre ella hasta que su vientre quedó mirando hacia el cielo. A continuación, apuntalaron al animal en esa posición colocando unos ladrillos a cada lado de su espina dorsal. Las cuatro patas, tiesas como tableros, se extendían en el aire.

Número Uno cogió un cuchillo de carnicero y Número Dos una cuchilla. Comenzando por el centro del abdomen, abrieron el animal en tiras y, a continuación, comenzaron a desollarlo. Número Uno hacia el este, Número Dos hacia el oeste. Los conductos nasales de Cuarta Tía se impregnaron del intenso hedor que emanaba de los cadáveres de la vaca y de Cuarto Tío.

* * *

Cuñada, la luz tenebrosa de esa linterna caía sobre el rostro de mi marido, y sus ojos negros se posaron en mí hasta que las ráfagas de aire frío sacudieron las articulaciones de mi cuerpo. Por mucho que lo intenté, no pude apartar de él esos gusanos. Sé que es nauseabundo, pero en aquel momento no me lo pareció. Odiaba esos gusanos y aplasté a todos los que tenía en mi mano. Y a mis hijos lo único que les importaba era despellejar esa vaca. No pensaron lo más mínimo en su padre. Pero mi hija sacó una palangana llena de agua para lavarle el rostro con un algodón húmedo. Y como no teníamos otro cuchillo, recortó la incipiente barba gris de su mentón con un par de tijeras y hasta le cortó los pelos de la nariz. Cuando era joven, mi marido tenía una hermosa figura, pero al llegar a viejo se arrugó completamente, y era digno de ver. Después, mi hija le quitó su chaqueta de color verde oscuro y las dos se la pusimos por encima. Sé que no parece adecuado que un par de mujeres vista a un hombre, pero justo después de pedir a mis hijos que nos ayudaran, me di cuenta de que tenían las manos ensangrentadas y les dije que lo olvidaran. Jinju, dije, es tu propio padre, no es ningún extraño, así que vamos a vestirle entre tú y yo. Era un saco de huesos y pellejo y las ropas ayudaron mucho a mejorar su aspecto. Esta vez, mis hijos estaban luchando con el cuero, hasta que sus rostros quedaron empapados de sudor. Eso me recordó un chiste. Un anciano llama a sus tres hijos a su lecho de muerte: «Voy a morir pronto. ¿Cómo pensáis deshaceros de mi cuerpo?». El hijo mayor dijo: «Papá, somos tan pobres que no podemos permitirnos un ataúd decente, así que voy a comprar una caja de pino barata, te voy a meter dentro de ella, y luego te voy a enterrar. ¿Qué te parece?». «No me gusta, no me gusta ni un pelo», dijo su padre, sacudiendo la cabeza. El segundo hijo dijo: «Papá, creo que deberíamos envolverte en una esterilla de paja vieja y enterrarte de esa manera. ¿Qué te parece?». «Muy mal —dijo su padre— no me gusta nada». El tercer hijo dijo: «Papá, yo recomiendo hacer lo siguiente, te cortamos en tres pedazos, te desollamos y lo llevamos todo al mercado y te vendemos como si fueras carne de perro, ternera y burro. ¿Qué te parece?». Su padre sonrió y dijo: «Número Tres sabe cómo piensa su padre. Eso sí, no olvidéis añadir un poco de agua a la carne para que pese más». ¿Estás dormida, Cuñada?

* * *

Las manos de sus hijos estaban tan cubiertas de sangre y vísceras que los cuchillos se les resbalaban, así que se las limpiaron en el suelo; los amarillos granos de arena que se pegaban en las manos parecían pequeñas pepitas de oro. Las moscas del recinto gubernamental, atraídas por el olor, llegaban revoloteando y se posaban sobre el cadáver de la vaca, arrastrándose por encima de ella. Número Dos las aplastó con el dorso de su cuchilla. Mientras tanto, Cuarta Tía pidió a Jinju que cogiera su desgastado abanico para evitar que las moscas se posaran sobre el rostro de Cuarto Tío y produjeran más gusanos.

El sonido de los pájaros mientras volaban por encima de sus cabezas rompió el silencio. Los oscuros nichos de la pared eran el hogar de los ojos verdosos y de los jadeos agitados de las criaturas salvajes.

Alrededor de la medianoche los hermanos por fin acabaron de desollar la vaca. El animal había quedado en carne viva, salvo en las cuatro pezuñas, y ofrecía un aspecto que recordaba al de un hombre desnudo que sólo llevara un par de zapatos. Número Dos vació un cubo de agua sobre el animal despellejado; a continuación, los chicos se sentaron en cuclillas a su lado y sacaron un cigarrillo. Cuando terminaron de fumar, comenzaron el proceso de carnicería.

—Ahora despacio —dijo Número Uno—. No dañemos los órganos.

Número Dos realizó una incisión en el abdomen, y las entrañas del animal se desparramaron, junto al ternero nonato. Un hedor caliente y apestoso invadió los orificios nasales de Cuarta Tía mientras los gritos de los pájaros inundaron el cielo por encima de sus cabezas.

Después de evacuar la larga espiral de intestinos, Número Dos estaba decidido a deshacerse de ellos, pero Número Uno se lo impidió diciendo que, si se limpiaban a fondo, iban bien con vino. Por lo que se refiere al ternero, declaró que un feto bovino nonato tenía propiedades medicinales y que la gente se enriquecía vendiéndolo como bálsamo de útero de ciervo.

* * *

No estés tan triste, Cuñada. ¿Dices que te han caído cinco años? Bueno, ya verás cómo pasan volando y, cuando llegue el momento de salir, tu hijo será un miembro útil para la sociedad.