(Domingo 12 de agosto, a las 17:30)
Eran cerca de las cinco y media cuando Markham, Vance y yo salimos de la antigua residencia de Stamm y regresamos al domicilio de Vance. Todos los huéspedes y miembros de la casa recibieron instrucciones de esperar hasta el día siguiente, sin salir de la finca. Stamm cooperó generosamente con nosotros en este sentido. Greef puso dificultades y llegó a amenazarnos con su abogado, pero por fin accedió a esperar otras veinticuatro horas, en vista de las complicaciones derivadas del descubrimiento del cuerpo de Montague. Los demás huéspedes aceptaron sin protestas la decisión de Vance.
Todas las entradas principales de la finca serían vigiladas y se interrogaría a los sirvientes de la casa, aunque de su testimonio no se esperaba nada de importancia.
Heath decidió permanecer en la finca durante la investigación, para dirigir el procedimiento. Otros funcionarios de la Brigada tenían que intervenir en el caso. Había que investigar entre las amistades de Montague; buscar a Ellen Bruett y registrar todo el distrito, con la esperanza de conseguir alguna información sobre el automóvil oído en el camino del Este. En resumen, se seguirían intensamente los procedimientos policíacos acostumbrados, bajo la dirección del sargento Heath.
—No veo otro medio de investigar el caso —declaró Markham, y nos acomodamos en las mecedoras de la terraza de Vance.
Este parecía preocupado e inquieto.
—Quizá tengas razón. Pero los actores de este caso distan mucho de ser ordinarios. La solución de todo el problema está en la misma residencia de Stamm. Es aquel un lugar extraño, lleno de infinitas posibilidades, de tradiciones deformadas, de viejas supersticiones, de ambiente en el que flota la muerte, la locura y la decadencia de una edad enterrada, de leyendas y demonología. Un lugar así provoca extrañas reacciones mentales; hasta los visitantes accidentales son afectados por su atmósfera corrosiva. Una atmósfera que genera y produce crímenes increíbles. Habrás podido observar, en los últimos dos días, cómo todos los que han hablado con nosotros estaban envenenados por estas influencias sutiles y siniestras.
Markham estudió un momento a Vance con atención.
—¿Piensas en alguna persona determinada? —le preguntó.
Vance se levantó y llamó a Currie.
—Pensaba menos en los individuos que en las perversas combinaciones psicológicas del problema. Y no se puede llegar a ninguna explicación sin reconocer y considerar a este fantástico dragón…
—¡Vance! ¡Por el amor de Dios!
—Hablo en serio. Nos extraviaremos si no reconocemos este hecho.
Levantó la cabeza.
Apareció Currie y Vance dispuso que trajera bebidas.
—El dragón —continuó Vance— ha ejercido siempre una poderosa influencia, en la imaginación del hombre; le hallamos en la mayor parte de las religiones. El dragón es algo más que una leyenda, Markham: es una herencia y un símbolo. Quizá sin el dragón fuera distinta la historia de la Humanidad. Ninguno de nosotros puede escapar enteramente al mito del dragón; es una de las partes más profundas y primitivas de nuestra naturaleza. Por esto no podemos ignorar al dragón al tratar un caso criminal que tiene en el fondo algo de dragontino.
Vance se movió un poco en su silla y sus ojos recorrieron el horizonte.
—Nadie sabe dónde empezó la concepción del dragón, pero es quizá la más tenaz de todas las supersticiones. Ha habido, por supuesto, muchas conjeturas respecto del origen de este monstruo sobrenatural, y Moncure Conway, en su Demonología, dice que es el resultado de un recuerdo confuso de los grandes saurios prehistóricos. Pero otros investigadores, sir James George Scott, por ejemplo, discuten a Conway, y atribuyen la concepción del dragón a imaginaciones primitivas relacionadas con las serpientes. Pero cualquiera que sea su origen, es una superstición variada y persistente. El dragón ha tomado muchas formas en la imaginación humana. Hay mucha diferencia, por ejemplo, entre la hidra de los griegos y el dragón manso de Birmania. Y ninguna de estas dos concepciones se puede comparar con la enorme tortuga que el rey Thai-To vio venir hacia su regia embarcación.
Vance tomó un sorbo de la bebida que Currie acababa de servirle.
—Todas las tierras y todos los pueblos tienen sus dragones, Markham. Hasta en el antiguo Egipto el dragón estuvo más o menos identificado con Seth y luchó contra Horus en forma de monstruo acuático. El dragón invade las leyes de Siam, donde fue introducido, probablemente de la India, junto con el brahmanismo y el culto a la serpiente. Los dragones siameses vivían en cavernas y debajo del agua. Un dragón en forma de caballo trajo a Fu-Hsi los Ocho Dragones, cerca de tres mil años antes de Jesucristo; y cuando el Celeste Emperador veía o soñaba con dragones, sabía que le esperaba la prosperidad. La mitología china está impregnada de dragones buenos y malos. El Festival de la Quinta Luna, en conmemoración del suicidio de Chu-Yuan, se llama el Festival del Dragón; y la varilla mágica de Chang-Fang se convirtió en un dragón que le ayudó a vencer al ogro de las tinieblas. En los mitos budistas hallamos muchas referencias al dragón asociado con peces; y hay, por lo menos, un ejemplo de un rey dragón que fue arrastrado a los mares en el cuerpo de un pez…
Markham levantó bruscamente la cabeza.
—Es que insinúas… —comenzó.
Pero Vance le interrumpió:
—No —dijo—. No me refiero a la colección de peces tropicales de Stamm. Es el mito del dragón lo que me fascina en este momento. En todos los países indochinos hallamos la serpiente y no el pez como base del dragón. Probablemente, este concepto procede de China y de Japón, donde la serpiente de mar fue en otro tiempo adorada como un dios. En la mitología indochina hay muchos dragones, según la tradición de Chutia Nagpur. Existe el Naga Min, que a veces es representado con bastante longitud para poder envolver en sus anillos una pagoda entera; y Galón, el dragón birmano, que se parece al Garuda indio; y Bilu, un ogro dragón, que se alimentaba de carne humana y que no proyectaba sombra. Quizá recuerdes el mito de Khun Ai y la princesa Naga, hija del rey de los dragones, que estuvo una noche observando la corte y sus alrededores y descubrió que todo el país estaba lleno de estas gigantescas criaturas… En la China el espíritu del Este era el Dragón Azul; y en las leyendas de los Karens hallamos al espíritu de Satán simbolizado por un dragón; en la mitología tonquinesa abundan los dragones, y hasta hoy en día existen sus secretos escondrijos. Las leyendas budistas están llenas de dragones. El gran templo de Linh-lanh estaba edificado sobre la cabeza de un dragón; un dragón guardaba la ciudad de Hanoi; y el rey Thaiton llamó a la capital Thanh long, que quiere decir la ciudad del dragón. Como ves, la idea buena del dragón está bien establecida en la leyenda. En Pokhar, Rajputana, hay un lago sagrado que, según la tradición, estaba habitado por un dragón que guardaba el templo cercano.
Vance miró al cielo, pensativo.
—Observarás que el motivo acuático impregna todas estas tradiciones —continuó—. Quizá uno de los datos más significativos es que Kobo Daishi, el fundador del budismo Shingon en el siglo noveno, en el Japón, dibujó el ideograma que significaba dragón en las aguas de un arroyo del distrito Kozuke. Cuando acabó el ideograma, este se convirtió en un verdadero dragón, que se levantó sobre las aguas, y se supone que habita desde entonces ese sitio; una superstición que, sin duda, está basada en los densos vapores que constantemente se elevan de este arroyo. Y parecida a esta es la leyenda de la espada de Leloi, que se convirtió en un dragón amarillo y desapareció en las aguas del lago sagrado, que hasta hoy se llama el lago de la Gran Espada. También tenemos la leyenda de la provincia de Izumo, en el Japón, que nos habla de un dragón acuático, que exigía todos los años el sacrificio de una virgen, y a quien Sus-no-wo dio muerte un día que salió del río. Por supuesto, el héroe se casó con la doncella que de este modo había salvado… La mitología japonesa, lo mismo que la china, está llena de reyes dragones; en las crónicas de Shinto hallamos muchas referencias a ellos. Una de las más significativas relacionadas con reyes dragones es la de un emperador chino que enviaba barcos cargados de tesoros al Japón. Durante una tempestad se perdió un cristal de incalculable valor, que reflejaba constantemente la imagen de Buda. Se supuso que fue robado por un dragón que vivía en las profundidades de las aguas, frente a las costas de Sanuki. El cristal fue recuperado del palacio del rey dragón por una pobre pescadora, quien como premio obtuvo que su único hijo se educara en la casa Fujiwara… Otra vez el agua, Markham… Y tú recordarás cómo Toda salvó a los dragones del lago Biwa, matando a un ciempiés gigante con flechas envenenadas.
—No, no lo recuerdo —rezongó Markham—. Y de todas maneras, ¿adónde vamos a parar con todo esto?
—El mito del dragón, mi querido amigo, es un tema fascinador —respondió Vance; y continuó—: La mitología irania está también llena de dragones, que asimismo se relacionan en gran parte con el agua. Trita, el hijo de Aptya, mató a un dragón de tres cabezas llamado Vivarsupa. Y tenemos la historia de Keresaspa, que mató al dragón Srvra, por quien intervino Zoroastro. Saam, el vasallo de Minucihr, luchó con muchos dragones, pero su gran batalla fue con el que guardaba el río Kashaf. La leyenda irania nos retrata a Ahura Mazda y el monstruo Azhi con serpientes colgándoles de los hombros. Y en un manuscrito persa que existe en el Museo Metropolitano de Arte, nos describen con acertadas palabras la batalla que Gushtasp tuvo con un dragón.
—Espero —suspiró Markham— que no pretenderás que vayamos ahora al Museo Metropolitano de Arte a ver el manuscrito.
Vance ignoró el sarcasmo de Markham y continuó su peroración.
—En la mitología armenia tenemos al rey medo Azdahak, cuyo nombre significa dragón, que luchó con Tigranes, y que después de su derrota se vio obligado a trasladarse a vivir a Armenia con toda su familia, Anush, que era la madre de los dragones, fue, según nos cuentan, la primera esposa de Azdahak. Y aquí tenemos quizá el origen de los niños dragones de que nos hablan otras leyendas… Vahagn, la más popular de todas las deidades armenias, era conocido como el matador de dragones, y fue más tarde identificado con Hércules. El gran monolito de Quirigua, conocido por la Gran Tortuga o el Dragón, tuvo un papel muy importante en toda la mitología maya.
Vance dio un sorbo de su copa y miró a Markham.
—Te estoy aburriendo horriblemente —le dijo.
Markham apretó los labios y no contestó. Vance, dando un suspiro, se sentó con más comodidad en su silla.
—En la mitología semítica —continuó—, el dragón tuvo un papel importante y siniestro. En la épica Babilonia de la creación encontramos dragones que salieron del vientre de Tiamat y libertaron a Bel y el viento Imhullu. Estos once dragones se convirtieron en dioses de las regiones inferiores y fueron más tarde identificados por los astrólogos con varias constelaciones. El hombre pez de los asirios es uno de los dragones de Chaos y está representado por la constelación Acuario. Y Ninurta, en el mito de la creación, recibido de Anu y Enlil, da orden de luchar con el ushumgal o Gran Serpiente de Mar…
Vance fumó algunos instantes en silencio.
—Los griegos y los romanos tuvieron también sus dragones. Los santos destruyeron a muchos de estos monstruos; y si un dragón gritaba en un día determinado de mayo, la tierra era estéril hasta que Lludd le enterraba vivo. Los robles del bosquecillo en que Lucano escribía estaban rodeados por dragones. También está el dragón que salió de la tierra al son del arpa que tocaba Cliach…
—Pero a nosotros nos falta el arpa —protestó débilmente Markham.
Vance ladeó la cabeza con tristeza.
—Mi querido Markham —dijo—, me temo que no tengas disposición para las leyendas clásicas; pero estamos tratando con una especie de dragón y no podemos ignorar del todo la superstición. Hace cinco mil años, por ejemplo, se creía que el dragón podía variar su forma a voluntad. El dragón de tres dedos…
—Vamos, vamos —Markham levantó la cabeza—. ¿Vas a tratar de asustarme con esas huellas que hemos encontrado en el estanque?
—De ninguna manera. Sólo trato de hacerte conocer algunos detalles históricos, que pueden ser de utilidad en nuestra investigación. Hay, sin embargo, muchas variantes en el retrato del dragón; algunos nos los describen con barbas; otros, con cuerpos escamosos; cuáles, con cuernos; pero todos con garras parecidas a las señales que hemos visto en el estanque…
Vance cambió de postura y continuó:
—También hay muchos dragones con alas en la mitología, Markham. Aunque vivían en estanques y debajo de las aguas, podían volar, y con frecuencia se llevaban a sus víctimas a distancias increíbles; Medea, como recordarás, después de matar a sus hijos, huyó a Atenas en un carro arrastrado por dragones.
Markham se levantó y estuvo paseando un momento.
—¿Y qué tienen que ver todas estas historias de dragones con la muerte de Montague? —preguntó al cabo de un rato.
—La verdad es que no tengo la más ligera idea —suspiró Vance—. Pero los mitos de los indios algonkinos están perfectamente de acuerdo con los clásicos. Y fueron esos indios los que le dieron nombre a aquel estanque y los que tienen la culpa de todas las supersticiones de Inwood. El tipo más importante de los indios algonkinos es la Gran Liebre, cuyo nombre era Manabozho, y que luchaba valientemente con gigantes, caníbales y brujas. Pero su victoria más resonante fue cuando mató al Gran Pez o Serpiente que se comía a los hombres. Este monstruo era un dragón acuático, Amangemokdom, que dominaba los poderes de las profundidades y uno de cuyos pasatiempos favoritos era comerse a los pescadores… ¿Observas lo interesante que es el paralelo? Estamos luchando no sólo con hechos prácticos, sino con una siniestra superstición, y no podemos dejar de tener en cuenta las dos cosas.
Markham estaba inquieto y turbado. Se paseó hasta la barandilla y estuvo durante varios segundos contemplando la ciudad. Luego se volvió y se encaró con Vance.
—Bien —dijo, con un gesto de desaliento—. Y suponiendo que todo eso que dices sea verdad, ¿qué procedimientos propones?
—Ahora, en realidad —repuso Vance—, no tengo plan determinado. Pero pienso ir a la finca de Stamm por la mañana temprano.
Markham asintió de mal humor:
—Si lo crees necesario, puedes ir; pero irás solo. Mañana tengo mucho que hacer en la oficina.
Pero Vance no fue solo. Cosas extrañas y misteriosas ocurrieron aquella noche en casa de Stamm. Poco después de las nueve de la mañana del día siguiente, Markham telefoneó a Vance. Heath había, al parecer, llamado al fiscal del distrito para informarle que Greef había desaparecido.