Hacia fines del primer tercio del siglo XIX se produjo un cambio de dirección que suele designarse como el colapso del idealismo germano. El idealismo alemán desde Kant, pese a todas las discrepancias de detalle, había elevado una audaz y orgullosa construcción espiritual que era homogénea y única en la historia. Ahora: esta construcción se desploma de repente, y nadie quiere ya volver a saber de ella. En su lugar se erigieron numerosas cabañas filosóficas, fundando ora una, ora otra escuela filosófica con una voluntad tenaz y consciente de originalidad. Pero, en comparación con aquellos grandes arquitectos, eran ahora simples albañiles los que ponían manos a la obra. Además, no poco material de construcción lo sacaron precisamente de las ruinas del pasado. De todos modos, tampoco ellos hicieron mala labor, y quien en la audacia y en la construcción especulativa vea también la posibilidad de mayores errores, podrá preferir incluso el nuevo camino, modesto, pero a la vez más seguro. Estos fundadores son muy numerosos y resulta difícil destacar brevemente lo decisivo en cada caso.