Nota preliminar

El espíritu de la edad moderna, comparado con el espíritu de la antigua filosofía, y sobre todo la medieval, es mucho más movido y libre, pero a la vez está más disperso y es más difícil de captar de un golpe de vista; su disgregación y multiplicidad son a veces desconcertantes. Sin embargo, no es ésta su característica más importante. Una observación más profunda que no se contente con registrar programas rígidos y resultados clamorosos, no tardará en descubrir la permanencia, en cuanto a la substancia, de ciertos temas aun cuando varíen las formas y las fórmulas. Y los temas que se mantienen son precisamente los más importantes de la metafísica: lo uno y lo múltiple, ser y fenómeno, Dios y mundo, naturaleza y espíritu, libertad e inmortalidad. De ahí que la filosofía moderna sea sólo relativamente nueva. Quien quiera filosofar científicamente no ha de buscar lo nuevo por lo nuevo. Lo más reciente no tardará a su vez en anticuarse. Ésta es una de las mejores enseñanzas de la historia de la filosofía. Lo único que conservamos es el pensamiento que contempla el conjunto, con espíritu crítico y científico, siempre dispuesto a aprender algo mejor, si lo mejor resulta serlo de veras. Tal disposición puede existir en todo lugar, tiempo y escuela.