[1] Bussey & Bandura, 1992, p. 1.247.<<

[2] Bussey & Bandura, 1992, p. 1.248; Serbin, Powlishta & Gulko, 1993, p. 1.<<

[3] ¿Diferencias sexuales o diferencias de género? Hay una tendencia a usar «género» para las categorías sociales y «sexual» para las biológicas; pero la distinción es más fácil hacerla en la teoría que en la práctica. Véase Ruble & Martin, 1998.<<

[4] Quiero agradecerle a Katherine Rappoport que me consiguiese la letra de esta canción.<<

[5] Una conclusión semejante (aunque no idéntica): Archer, 1992a; Edwards, 1992; Maccoby, 1990; Maccoby & Jacklin, 1987; Martin, 1993.<<

[6] Lytton & Romney, 1991.<<

[7] La masculinidad y la feminidad no relacionadas con el padre del mismo sexo: Maccoby & Jacklin, 1974, pp. 292-293. Chicos sin padre: Serbin y otros, 1993; Stevenson & Black, 1988. Hijas de lesbianas: Patterson, 1992.<<

[8] Los chicos tímidos se vuelven atrevidos: Kerr, Lambert, Stattin & Klackenberg-Larsson, 1994.<<

[9] El estudio original fue hecho por Condry & Condry, 1976; el que exhibía películas de varios niños fue hecho por Burnham & Harris, 1992. El estudio de Condry & Condry dio paso a muchos otros similares pero no en todos ellos se conseguían los mismos resultados. En efecto, una revisión de tales estudios llegó a la conclusión de que etiquetar a un bebé como varón o hembra tiene efectos inconsistentes en el juicio de los observadores que ignoran el sexo real del niño; efectos significativos solo se encuentran «ocasionalmente» (Stem & Karraker, 1989, p.518).<<

[10] Money & Ehrhardt, 1972. Al bebé se le circuncidó porque padecía de fimosis, que consiste en que no se puede retirar el prepucio del glande porque está muy pegado a él y no corre. Se practicó una cauterización eléctrica, la corriente era muy elevada y todo el órgano se quemó sin remedio.<<

[11] Money & Ehrhardt, 1972, pp. 119-120. Algunos problemas menores: p. 122<<

[12] M. Diamond & Sigmundson, 1997, p. 300.<<

[13] J. Diamond, 1992; Hghpen, Davis, Gautier, Imperato-McGinley & Russell, 1992.<<

[14] Los chambuli: Mead, 1963 (originalmente publicado en 1935). Los chambuli reales: Brown, 1991, p. 20.<<

[15] Williams & Best, 1986.<<

[16] Williams & Best, 1986, p. 244; Hilton & Von Hippel, 1996.<<

[17] Hilton & Von Hippel, 196; Pinker, 1997.<<

[18] Swim, 1994. Véase también Halpern, 1997; Jussim, 1993.<<

[19] Hilton & Von Hippel, 1996.<<

[20] Maccoby & Jacklin, 1974, p. 364.<<

[21] Fabes, 1994; Leaper, 1994a, 1994b; Maccoby, 1994; Martin, 1994; Serbin, Moller, Gulko, Powlishta & Colburne, 1994.<<

[22] M. Diamond & Sigmundson, 1997, p. 299.<<

[23] Morris, 1974, p. 3.<<

[24] Bem, 1989, p. 662.<<

[25] M. Diamond, 1997, p. 205.<<

[26] «Daja Meston ‘96», 1995, p. 5<<

[27] Maccoby, 1990, p. 514.<<

[28] Fagot, 1994; Maccoby, 1990; Serbin, Sprafkin, Elman & Doyle, 1984.<<

[29] Las causas del rechazo mutuo: Leaper, 1994a; Maccoby, 1994. Los chicos no escuchan a las chicas: Fagot, 1994; Maccoby, 1990. Diferentes estilos de conducta: Arches, 1992a; Fabes, 1994; Serbin y otros, 1994. La categorización en dos grupos: Archer, 1992a; Powlishta, 1995b; Martin, 1993; Serbin y otros, 1993.<<

[30] Edwards, 1992; Schlegel & Barry, 1991; Whiting & Edwards, 1988.<<

[31] Maccoby, 1995, p. 351. (El párrafo de Maccoby contiene algunas citas entre paréntesis que yo no he reproducido.)<<

[32] Thome, 1993.<<

[33] Juegos de calle: Opie & Opie, 1969. Marimachos de jovencitas: Thorne, 1993, pp. 113-114.<<

[34] Thome, 1993; Sroufe, Bennett, Englund & Urban, 1993. El beso es un arma: Thorne, 1993, p. 71.<<

[35] Edwards, 1992; Maccoby, 1990; Thorne, 1993.<<

[36] Gottman, 1994.<<

[37] Por ejemplo, Gilligan, 1982; Tiger, 1969; Wrangham & Peterson, 1996.<<

[38] Bugental & Goodnow, 1998.<<

[39] Los chicos corren más y lanzan más lejos: Thomas & French, 1985. Los hombres lanzan ataques contra otros grupos: Wrangham & Peterson, 1996. Todas las guerras son masculinas: Melville, 1866.<<

[40] Sherif y otros, 1961, pp. 9-10<<

[41] Bjórkqvist, Lagerspetz & Kaukiainen, 1992; Crick & Grotpeter, 1995.<<

[42] Maccoby, 1990; Tannen, 1990. Véase también Adler, Kless & Adler, 1992; Archer, 1992a.<<

[43] Thorne, 1993, p. 56. Thorne tiene otras objeciones a la idea de las «dos culturas»: las diferencias de comportamiento según el sexo (como el rechazo mutuo) son más o menos visibles en función del contexto social; y no todos los chicos ni las chicas encajan perfectamente en el estereotipo de su género.<<

[44] Glyn, 1970, p. 129.<<

[45] McCloskey, 1996; Whiting & Edwards, 1988. Inhibición y agresión en las chicas: Bjorklund & Kipp, 1996.<<

[46] Morelli, 1997, p. 209.<<

[47] Draper, 1997; Draper & Cashdan, 1988.<<

[48] La mayor agresividad de los varones: Eibl-Eibesfeldt, 1989; Maccoby & Jacklin, 1974; Wrangham & Peterson, 1996.<<

[49] Collaer & Hiñes, 1995; Money & Ehrhardt, 1972. En la mayoría de los casos, las anormalidades genitales se rectifican a través de la cirugía. Sin embargo, algunas mujeres a las que se les ha practicado esa cirugía en la infancia se quejan de que las dejan lisiadas e incapaces de tener orgasmos (Angier, 1997). M. Diamond (1977) recomendaba que la cirugía se pospusiese hasta que el individuo fuera lo bastante mayor como para participar en la decisión.<<

[50] Maccoby, 1994.<<

[51] Maccoby, 1990; Provine, 1993; Tanner, 1990; Weinstein, 1991.<<

[52] Cómo cae en picado la autoestima de las chicas: Asociación Americana de Mujeres Universitarias, 1991; Daley, 1991. Un efecto más pequeño de lo que tú creías: Block & Robins, 1993.<<

[53] La importancia de ser bellos: Leaper, 1994b; Granleese & Joseph, 1994. Granleese & Joseph descubrieron que para las chicas que asistían a un instituto con coeducación, la autoestima estaba estrechamente relacionada con su atractivo físico. Para las chicas que asistían a una escuela femenina, el atractivo físico era menos importante. Según Buss, 1994, los hombres de todas partes le dan mucha importancia a la belleza femenina. A las mujeres hermosas se las busca como compañeras y tienen un estatus social superior.<<

[54] Un estatus bajo lleva a un descenso de la autoestima: Leary, Tambor, Terdal & Downs, 1995. La depresión es más común entre las mujeres: Culbertson, 1997; Weissman & Olfson, 1995. El nexo entre depresión y autoestima: King, Naylor, Segal, Evans & Shain, 1993; Myers, 1992.<<

[55] Culbertson, 1997.<<

[56] Bjorklund & Kipp, 1996; Kochanska, Murray & Coy, 1997.<<

[57] Wrangham & Peterson, 1996.<<

[58] Esto no ha sucedido espontáneamente, sino que hay una larga historia de valerosas mujeres a las que se lo hemos de agradecer. Yo quisiera agradecerle a mi querida amiga Naomi Weisstein (1971,1977) el papel que ha desempeñado para que nuestra cultura sea menos sexista.<<