Mamá y el señor St. Clair se gustan. Lo sé. Lo que no entiendo es cómo es posible que ellos no se den cuenta. Hay algo. Me dan ganas de zarandearlos y decirles: Venga, reconocedlo de una vez. Creo que el señor St. Clair sería muy bueno para ella, que se entregaría por completo a alguien que le dijera: Me gusta tu media cara, o algo así. A él lo de su cara le pone triste. Creo que si no fuera así, no le costaría tanto admitir que le gusta alguien. Pero mi madre tiene una cara muy bonita y también le cuesta admitirlo, así que quién sabe.
¿Y si el mundo cambiara de verdad a causa de mi proyecto? ¿No sería genial? Todos dirían: ¿Y qué importa su cara? Es el mejor profesor del mundo, y eso es lo que importa. Sería genial.
Creo que la persona más indicada para mi proyecto en este momento es la señora Greenberg. Jerry está detenido y el señor St. Clair dice que el amor no puede orquestarse, como si yo fuera con una batuta por todas partes. De todas maneras, por ahora parece que tiene razón.
Pero un jardín es diferente. Un jardín se está quieto y se deja orquestar.