CHRIS
Estaba tendido en la cama, desnudo junto a Sally, viendo la tele. Ella se había puesto un antifaz y no sabía si estaba dormida o despierta.
—Noticia de última hora desde Washington —dijo el presentador al abrir el informativo de las once.
No podía ser verdad. No viniendo de aquel rostro impertérrito que le hablaba desde adentro de la pantalla. No podía estar hablando de Trevor.
—Trevor McKinney, el niño que hoy mismo fue recibido por el presidente de los Estados Unidos, se halla ingresado en un hospital de Washington, cerca del hotel en el que se hospedaba con su familia. Según la declaración de varios testigos, el niño fue herido de arma blanca cuando intentaba mediar en una pelea callejera que tuvo lugar fuera del hotel. Un portavoz del hospital ha manifestado que Trevor ingresó en estado crítico y en este momento está siendo sometido a una intervención quirúrgica. Por ahora se desconoce la gravedad de su estado.
Sentado en la cama, Chris se volvió para mirar a Sally, que se quitó el antifaz y levantó la cabeza.
—El presidente Clinton ha mostrado sorpresa y consternación por la situación de Trevor y ha leído el siguiente comunicado: «Resulta triste e inconcebible que un niño que ha venido a Washington a ser condecorado por sus buenas obras y su dedicación a la promoción de la bondad en el mundo pueda haber sido objeto de un absurdo acto de violencia. Mi corazón está con Trevor y con los suyos. Esta noche mi familia y yo vamos a tenerle presente en nuestras oraciones, esperando su pronta recuperación. Espero que todo el país se sume a ellas por el restablecimiento de Trevor».
En la pantalla volvían a pasar las imágenes del encuentro de Trevor con el presidente. Chris parpadeaba, incrédulo.
Sally le puso la mano en el hombro.
Chris se levantó de la cama para buscar el teléfono inalámbrico. Por fin lo encontró en el salón. Ella lo siguió y corrió las cortinas. A él ni se le había pasado por la cabeza que estaba desnudo delante de las ventanas del edificio de enfrente. Cuando se dio cuenta, tampoco le importó.
Llamó a información y pidió una lista de los teléfonos de todos los hospitales de Washington D. C.
Dio con el hospital al primer intento.
La telefonista del hospital le dijo que sí, que Trevor estaba allí. Estaba en el quirófano. Consultó algo en el ordenador.
—Consta aquí que su situación es crítica.
—¿Y eso es todo lo que puede decirme?
—Por el momento, sí, lo siento. Estamos recibiendo muchas llamadas interesándose por él.
—¿Dónde está su madre?
—Lo siento, señor, no lo sé.
—¿Podría localizarla, por favor?
Se oyó un suspiro al otro lado de la línea, y la telefonista lo puso en situación de espera.
Esperó, mordiéndose el labio.
Se fue a la cocina con el teléfono encajado entre el hombro y la barbilla y se sirvió tres dedos de coñac. Al levantar la vista, se dio cuenta de que Sally estaba frente a él, mirándole en silencio. Ninguno de los dos sostuvo la mirada.
Del teléfono surgió una voz:
—¿Sí? ¿Con quién hablo?
—¿Arlene?
—¿Con quién hablo?
—Soy Chris, Chris Chandler.
—Oh, Chris. —Su voz sonaba tensa y quebrada.
—¿Qué ha pasado, Arlene?
—Oh, Chris, no lo sé. Todo fue tan rápido. Le han apuñalado. Vio a unos hombres que estaban pegando a alguien y él quiso interceder.
—¿Se pondrá bien?
—No nos dicen nada, Chris. —Su voz se perdió entre sollozos—. Lleva dos horas en el quirófano, y no nos dicen ni una palabra. Dicen que tan pronto como sepan algo, nos lo dirán. Tengo que dejarte, Chris.
—Está bien, Arlene. No importa. Está bien.
Y la comunicación se cortó. Colgó el teléfono.
Volvió al dormitorio, y Sally le preguntó:
—¿Estás bien, Chris?
Se metió en la cama.
—Eh, Chris, ¿estás bien?
—¿Han dicho algo más en las noticias?
—Sólo que informarían cuando hubiera alguna novedad.
Se quedaron sentados en la cama hasta que terminaron de pasar las noticias. Vieron todos los programas de la noche. Sally se quedó dormida, pero Chris siguió despierto, atento a cualquier noticia, cambiando continuamente de canal. La luz del televisor le iluminaba intermitentemente la cara.
No decían nada. La programación seguía.
Se despertó sobresaltado, sorprendido por haberse quedado dormido.
Miró el despertador y vio que era tarde.
La tele seguía encendida. Sally estaba en la cocina preparando café.
Se sentó en la cama y se frotó los ojos.
En la pantalla, el presidente Clinton daba una rueda de prensa. O era un resumen de una rueda de prensa anterior.
Chris se despertó a tiempo para oír que decía que las banderas de Washington ondearían a media asta y que a las doce en punto invitaba a la gente de todo el país a guardar un minuto de silencio. Devolvieron la conexión al estudio. El presentador dijo:
—Como apunte triste que se añade a la tragedia, decir que hoy Trevor habría cumplido catorce años. Más noticias después de la publicidad.
Cuando Chris por fin logró acercarse, el jardín de Arlene ya se hallaba convertido en un mar de cámaras y equipos de los informativos. Tuvo que aparcar en el camino de entrada, detrás del todo terreno, porque la calle estaba llena de coches y camiones de todas las cadenas de televisión.
Pasó por en medio del jardín.
—No quiere hablar con nadie —dijo una presentadora de cabellera rubia, impecable, cuando llegó al porche.
Llamó a la puerta con fuerza.
—Arlene, soy yo, Chris.
La puerta se abrió y Reuben le agarró del hombro y le hizo pasar. Arlene estaba tumbada en el sofá, con un vaso de agua y una caja de pañuelos al lado.
—Que se vaya toda esa gente. ¿Tú podrías conseguir que se fueran, Chris?
Se sentó a su lado, en el sofá. Le acarició la mano.
—Todo el mundo está muy impresionado por esta historia, Arlene. Nunca he visto nada igual. Nunca he visto a tanta gente movilizarse así sólo por una historia.
—No es una historia, Chris. Ha pasado de verdad.
—Ya lo sé, lo siento. Es la costumbre.
—No puedo hablar con todos. Es demasiado.
—Ya lo sé, Arlene. Si no quieres, no tienes que hablar con nadie. El espacio El ciudadano del mes se emitirá mañana. Modificado, claro. Si quieres decir algo, traigo a un cámara aquí. Sólo uno. Yo y el cámara. No tienes por qué hacerlo. Pero si hay algo que quieras decirle al público…; están muy interesados, de verdad, quieren saber cómo estás.
Arlene se sentó, se enjugó las lágrimas y se sonó.
—¿Como qué?
—No lo sé, cualquier cosa que quieras decir.
—Bueno, lo único que se me ocurre es que el próximo domingo habrá un homenaje frente al ayuntamiento. Y a lo mejor también se organiza una marcha con velas. No sé, por si la gente quiere sumarse. Si la gente se preocupa por Trevor, pueden venir con una vela encendida. ¿Algo así?
—Sí, eso sería fantástico. —Chris notó que las lágrimas se le agolpaban en los ojos—. Voy a buscar al cámara.