Epílogo

El 10 de noviembre vino el pastor del hospital para dirigirnos algunas palabras; fue entonces cuando lo supimos todo.

El venerable anciano parecía temblar al comunicarnos que la casa de los Hohenzollern no podía seguir llevando la corona imperial alemana, que la patria se había erigido en «república», y que solo quedaba pedir al Todopoderoso que diese su bendición a esta transformación y que no abandonara a nuestro pueblo en el futuro. Él no podía dejar de, en pocas palabras, recordar a la Casa Imperial: quería rendir homenaje a los servicios de esa casa en Prusia, en Pomerania, en fin, en toda la Patria alemana y, en ese momento, el buen anciano empezó a llorar. En la pequeña sala había un profundo desánimo en todos los corazones y creo que no había quien pudiese contener las lágrimas. Pero cuando él siguió informándonos que nos habíamos visto obligados a dar término a la larga contienda; que nuestra patria, por haber perdido la guerra y estar ahora a la merced del vencedor, quedaba expuesta en el futuro a graves humillaciones; que el armisticio debía ser aceptado confiando en la generosidad de nuestros enemigos de antes, entonces no pude más. Mis ojos se nublaron y a tientas regresé a la sala de enfermos, donde me dejé caer sobre mi lecho, ocultando mi confundida cabeza entre las almohadas. […]

Lo que siguió fueron días de horrible incertidumbre y noches peores todavía; sabía que todo estaba perdido. Confiar en la generosidad del enemigo podía ser solo cosa de locos o bien de embusteros o criminales. Durante aquellas vigilias germinó en mí el odio, el odio contra los promotores del desastre. En los días siguientes tuve conciencia de mi Destino. […]

Guillermo II fue el primer emperador alemán que tendió la mano conciliadora a los dirigentes del marxismo, sin darse cuenta de que los villanos no saben del honor. Mientras en su diestra tenían la mano del emperador con la izquierda buscaban el puñal.

Con los judíos no caben compromisos; para tratar con ellos no hay sino un «sí» o un «no» rotundos.

¡Había decidido dedicarme a la política!

ADOLF HITLER
Mi Lucha, 1925[295]