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Sábado, 5 de febrero de 1916

OLIVE KING ESPERA CON ANSIA SU DÍA DE PERMISO EN SALÓNICA

Comparte una tienda con tres mujeres más. Por las mañanas se preparan su propio desayuno en un pequeño hornillo portátil de campaña que se enciende con pastillas de metaldehído y es bastante ineficaz. Pero da para hacer café, y puede que para calentar una lata de salchichas. En Salónica, como siempre, no ocurre casi nada. El frente está tranquilo, tanto que los soldados de primera línea han empezado a plantar un huerto donde tienen pensado cultivar guisantes. Lo único que se ofrece como actividad bélica son los puntuales bombardeos efectuados por algún que otro zepelín alemán. El primer bombardeo serio se produjo a finales de diciembre, otro hace cuatro días. Los efectos de estos ataques han sido insignificantes.

Al igual que en otros frentes estancados los combates aéreos reciben una atención que no es proporcional a su significado real. Representan todas esas cosas que se esperaban de la guerra y que están resultando tan difíciles de encontrar: color, emoción y dramatismo, escenas en las que el valor y la habilidad del individuo cuentan. El otro día pasearon a bombo y platillo por toda Salónica un aeroplano alemán derribado. (Que su aterrizaje forzoso tuviese lugar justamente tras las líneas francesas fue más bien cuestión de casualidad. La máquina tenía un único orificio de bala, pero en el depósito de la gasolina). King se encontraba entre los que fueron a mirar. A la cabeza del desfile iba la caballería aliada con gran repicar de cascos, seguida por unos automóviles llenos de pilotos aliados muy orgullosos; a continuación el aeroplano, desguazado en tres partes transportadas por sendos camiones motorizados; tras ellos más automóviles aliados, para acabar, una nueva columna de jinetes. Este día King cuenta lo ocurrido en una carta dirigida a su hermana:

Era la procesión oficial, destinada a deslumbrar a los nativos[126], que realmente miraban boquiabiertos; pero la parte más divertida fue la cantidad de camiones, ambulancias, coches, tranvías, carretas tiradas por bueyes, caballos de carga y cosas por el estilo que se habían visto detenidos por el desfile y que ahora renqueaban tras él.

Afuera en la oscuridad cae la lluvia. King escribe la carta a su hermana tumbada dentro de la tienda, y resulta bastante corta porque solo le queda media bujía. Después se acuesta para dormir, lo cual siempre hace deprisa. Lo único que se quita son las botas y la falda, después se acurruca medio vestida bajo la manta y el abrigo. Mañana ella y las otras tres chicas de su tienda tienen el día libre, eso le hace ilusión. Empezará el día durmiendo hasta tarde. Para desayunar compartirán tres huevos que King compró hace unas horas.