Un día de febrero de 1916
PÁL KELEMEN OBSERVA UN TRANSPORTE EN UN DESFILADERO DE MONTENEGRO
Montenegro, uno de los países enemigos de las Potencias Centrales, aunque tal vez no sea de los más importantes, acaba de quedar fuera de combate. Pál Kelemen y sus húsares han participado en las operaciones, nuevamente sin presenciar batallas dignas de mención. Ahora vuelven a realizar sus antiguas y consabidas tareas: patrullar caminos y servicios de vigilancia. Él anota en su diario:
Están trasladando el cuartel general. Ya que el puente del ferrocarril todavía no ha sido reparado, el servicio de suministros entre ambas estaciones se efectúa mediante camiones motorizados. Pese a que no hay suficientes vehículos de transporte para cargar las provisiones de comida necesarias durante la semana, todos los vehículos han sido requisados para ayudar en el traslado del cuartel general.
Columnas de camiones serpentean por las montañas, cargados hasta los topes de cajas de champaña, camas con colchones de muelles, lámparas de pie, utensilios de cocina especiales y cajas llenas de delicatessen. Las tropas están recibiendo una tercera parte de su ración diaria normal. Hace cuatro días que la infantería del frente se sustenta a base de mendrugos de pan; en cambio, en el comedor de los oficiales del Estado Mayor se siguen sirviendo los cuatro platos de costumbre.