65.

Domingo, 7 de noviembre de 1915

RICHARD STUMPF VE DOS ACTOS DE LOHENGRIN EN KIEL

Es un agradable día soleado de noviembre. El acorazado Helgoland enfila el canal de Kiel, y enseguida empiezan a circular rumores entre los marineros. Acaban de librarse duras batallas terrestres en los alrededores de Riga: ¿acaso se dirigen al Báltico para dar apoyo? ¿O tal vez los ingleses estén ahora atravesando el estrecho de Storebælt? ¿O es que la neutral Dinamarca está a punto de declarar la guerra? ¿O quizá se trata de un… mero ejercicio en el tiro de torpedos? Stumpf apuesta por esto último, «así no volveré a llevarme un chasco».

El clima a bordo es pésimo. Stumpf y el resto de la tropa están hartos de no hacer nada, hartos de la comida cada vez más mala, hartos de la férrea disciplina, hartos de las sistemáticas vejaciones de los oficiales. En el barco hay un comando disciplinar, y cada día se ven de 20 a 30 marineros corriendo alrededor del buque con su fusil y el equipo de combate al completo. Las faltas que hay que cometer para ser sometido a un castigo son ínfimas: un lavabo sucio, un calcetín tirado, la utilización de los aseos estando de servicio, un comentario desagradable. Stumpf anota en su diario:

La moral de combate de la tripulación ha caído tan bajo que a todos nos encantaría que nos metieran un torpedo en el vientre. Eso es lo que todos les deseamos a nuestros despreciables oficiales. Si a alguien se le hubiese escapado un deseo de este tipo hace año y medio habría recibido una soberana paliza. Un espíritu maligno habita entre nosotros, y solo nuestra buena educación nos impide emular lo sucedido en aquella flota del Báltico[113]. Todos comprendemos que tenemos más cosas que perder que nuestras cadenas.

Mientras se adentran por el canal, Stumpf observa la variación de matices de ocre, rojo y pardo que iluminan las lomas y los bosques de la orilla. La nieve no tardará en llegar.

Cuando fondean en Kiel ya ha anochecido. Constata que se han empezado a relajar las antes tan estrictas normas para el oscurecimiento del barco. ¿Obedece eso a algún motivo concreto? ¿O es solo una señal más de que la atmósfera de seriedad y entrega del primer año se ha ido desgastando lentamente? La tripulación baja a tierra. (No, no es un combate lo que les espera, sino unos días de instrucción en el uso de torpedos). Richard Stumpf va corriendo a uno de los teatros de la ciudad, donde alcanza a ver los dos últimos actos de Lohengrin de Wagner. En su diario comenta más tarde:

Es una lástima que no pueda ir a más eventos como éste. Hacen que te sientas como un ser humano y no como un simple e ignorado animal de carga.