Domingo, 31 de octubre de 1915
PÁL KELEMEN PRESENCIA EL AHORCAMIENTO DE UN GUERRILLERO SERBIO
La invasión de Serbia por las Potencias Centrales transcurre conforme al plan, a nivel nacional la opinión pública opina que ya va siendo hora. El año pasado el ejército austrohúngaro fue al ataque tres veces contra el país vecino y tres veces fue repudiado. No así esta vez. El 6 de octubre los ejércitos alemán y austrohúngaro fueron al ataque conjuntamente, el 8 de octubre tomaron Belgrado (por cierto, por tercera vez desde agosto de 1914), el 11 de octubre también el ejército búlgaro entró en Serbia. Ahora las derrotadas tropas serbias se baten en retirada intentando eludir el inminente cerco. Y no solo las tropas: enorme cantidad de civiles los acompañan en la incierta huida hacia el sur[111].
Entre los perseguidores se encuentran Pál Kelemen y sus húsares. Avanzan con rapidez bajo el húmedo cielo de octubre. Hay veces en que transcurren varias jornadas sin que hayan podido desmontar. Cabalgan frente a casas saqueadas y en llamas, cabalgan por caminos atestados de fugitivos, principalmente mujeres de todas las edades imaginables y niños. Cabalgan sin parar hacia el sonido lejano de tiroteo.
Este domingo el escuadrón se halla junto a las ruinas de una posada serbia. Alrededor del edificio se han concentrado cientos de heridos que están acostados sobre el suelo enfangado. Se están librando combates con la retaguardia del enemigo en retirada, pero no aquí, sino dos crestas de montaña más lejos. Por ese motivo llama la atención que durante la tarde llegue un soldado al que han disparado en la pierna desde una cabaña. Hora y media después llega otro soldado herido desde el mismo lugar; éste ha recibido un impacto en el vientre.
Envían una patrulla para investigar. Al cabo de un rato la patrulla vuelve. Consigo traen a un hombre harapiento de estatura media con las manos atadas a la espalda. Les sigue una cola de quienes, a todas luces, son familiares y vecinos del detenido: mujeres, niños y algunos hombres mayores. Pál Kelemen anota en su diario:
A través de un intérprete se interrogó al hombre, y también se les tomó declaración a los testigos principales. Por lo visto, pese a repetidas advertencias por parte de los demás habitantes del pueblo, se ha dedicado a disparar indiscriminadamente contra nuestros soldados. Al barrer con la vista a la muchedumbre que se ha concentrado en el lugar, el hombre tiene el aire de un ser semisalvaje, como trasladado aquí desde otro mundo.
No tarda en pronunciarse la sentencia: el guerrillero habrá de morir en la horca[112]. Uno que sirve de cocinero en la guarnición, un matarife de cerdos vienés, asume con alegría el papel de verdugo. Va a buscar una cuerda larga y consigue, además, una caja vacía que le proporcionará la altura necesaria para la caída. Al guerrillero serbio se le concede rezar sus últimas plegarias, pero él responde que no las necesita. Las mujeres lloran, los niños gimen con los ojos muy abiertos, tiesos de espanto; entre tanto, los soldados empiezan a juntarse alrededor del árbol, despacio y sin ademanes de ningún tipo, pero con un brillo de excitación en los ojos.
Dos soldados levantan al guerrillero serbio. Él no exhibe ninguna emoción específica, pero observa a su alrededor con una mirada agresiva, como si estuviera loco. Le colocan la soga al cuello y retiran la plataforma sobre la que se apoyan sus pies. Resulta que la soga es demasiado larga y el matarife, con un fuerte estirón, la ajusta. El rostro del hombre se va desencajando lentamente. Unas espasmódicas convulsiones recorren su cuerpo. Muere. La lengua se le retuerce y sale de la boca mientras todo él oscila adelante y atrás con los miembros cada vez más rígidos.
Al caer la tarde los espectadores se dispersan: primero desaparecen los militares, después los civiles. Más tarde, Kelemen observa dos soldados que vienen andando por el camino. Descubren el cuerpo que se mece en el viento otoñal, se acercan y ríen haciendo befa. Uno de ellos le da un violento golpe con la culata de su fusil, a continuación ambos hacen el saludo militar y se marchan.