Jueves, 9 de septiembre de 1915
MICHEL CORDAY TOMA EL TREN PARA PARÍS
Mañana de otoño. Aires otoñales. Michel Corday viaja en tren hacia París. Como de costumbre le cuesta no prestar oídos a las conversaciones de los demás pasajeros. Algunos hojean sus periódicos recién comprados. Una persona pregunta: «¿Alguna novedad?». La sucinta respuesta es: «Una victoria rusa». Corday se queda pasmado. ¿Acaso no saben que los rusos se están replegando desde mediados de mayo, tras la brecha que abrieron los austrohúngaros en Gorlice y Tarnów? Esos dos laconismos son, además, lo único que se expresa sobre la guerra durante todo el viaje desde Fontainebleau a París.
Le viene a la memoria otro viaje en tren. En una estación vio a una mujer con un periódico recién comprado que, tras hojear el comunicado oficial de guerra, exclamó muy satisfecha: «¡Hemos avanzado 400 metros!», y después, sin más, cambió de tema. Corday comenta: «Eso les basta. Les satisface plenamente».
Una vez en su despacho habla por teléfono con Tristan Bernard, buen amigo suyo y aclamado autor de vodeviles. Bernard comparte el escepticismo de Corday respecto a la guerra y siempre tiene a punto algún acerbo comentario sobre lo que ocurre. Precisamente sobre el progreso en el frente oriental ha dicho que los rusos «siempre se retiran en buen orden, mientras que los alemanes avanzan desordenadamente pero con éxito». (Hablando de los ataques realizados en dos lugares bien distintos, Tout-Vent y Moulin-sous-Touvent, ha dicho que uno de los ataques ocurrió por error debido a que alguien del cuartel general simplemente confundió los nombres, y que fue el ataque que nunca debió llevarse a cabo el que tuvo éxito).
Los dos saben, al igual que mucha otra gente, que arriba en Artois y en la Champaña se realizan preparativos para una importante ofensiva aliada. Una gran mayoría tiene enormes esperanzas puestas en ella. Siendo ambos conscientes de que la línea puede estar intervenida, han desarrollado un código particular para poder discutir la futura acción. Fingen estar escribiendo una obra de teatro a cuatro manos, y las preguntas acerca de las fechas se disimulan tras preguntas sobre el número de páginas. Así que cuando Bernard quiere saber si el manuscrito se ha alargado o recortado lo que en realidad pregunta es si la fecha del ataque se ha pospuesto o adelantado. (Una vez corrió el rumor de que la operación estaba cancelada. Entonces su pregunta fue: «¿Es verdad que el manuscrito es pasto de las llamas?»). Hoy Bernard quiere saber cuántas páginas tiene el manuscrito actualmente. Corday responde que son quince.
Más tarde, Corday lee una circular del ministro de Educación que ha sido distribuida por todas las escuelas en vistas al inminente inicio del nuevo curso escolar. En ella se conmina a los profesores de forma categórica a que se aseguren de que los alumnos tengan presente la guerra en todas y cada una de las asignaturas y que se haga especial hincapié en los «ejemplos heroicos, y en las nobles enseñanzas que se pueden extraer de ellos».
Este mismo día Florence Farmborough escribe en su diario:
A las siete de la mañana me he levantado tambaleando de la cama. Mi turno comenzaba a las siete y media, y al bajar la escalera tenía la cabeza pesada y a cada paso parecía que iban a doblárseme las rodillas. Ekaterina, a quien iba a relevar, estaba pálida y con ojeras por la falta de sueño; se había sentado a las puertas de la sala donde se suelen vendar los pacientes y estaba dándole caladas a un cigarrillo. «Gracias a Dios —ha dicho con brusquedad—. Por fin puedo irme a la cama», y después ha tirado la colilla. Le habían faltado heridos con quienes mantenerse ocupada; no me extraña que la espera se le hiciera larga.