32.

Viernes, 5 de marzo de 1915

HERBERT SULZBACH ECHA CUENTAS EN RIPONT

Han pasado ya diez semanas. Diez semanas de casi ininterrumpidos combates. Pronto tendrán un nombre: la batalla de Invierno de la Champaña. El frente apenas se ha desplazado.

La lista de heridos y muertos ha seguido creciendo. Bode está muerto. También Fabian, que a sus diecisiete años era el más joven de los voluntarios. Entre los heridos se cuenta el jefe del pelotón de las piezas, su estimado alférez Reinhardt. Uno de los amigos de Sulzbach ha sufrido un ataque de nervios. Y hoy cae otro de los voluntarios, Zobel. Sulzbach, sin embargo, escribe que, aunque se conduelen por cada camarada caído, algo ha pasado con sus sentimientos, o mejor dicho, con la intensidad de los mismos. Ya no se indignan del mismo modo, ya no les afecta tanto ver cómo es retirado, una vez más, un cuerpo cubierto de fango. Su sensibilidad empieza a embotarse. Ya nadie llora. Tal vez sea inevitable.

Se está abriendo una fractura entre sus expectativas y sus experiencias. En su diario Sulzbach escribe:

Solo puedes tomar breves notas, no hay tiempo para largas reflexiones y nunca puedes darles a los que se han quedado en casa, en caso de que leyeran estos diarios bélicos más adelante, una descripción realista de lo que estamos viviendo, ni de lo que tenemos que aguantar, ni de cuánta es la determinación y el espíritu de lucha que embarga a cada uno de nosotros.

Lo que salva el día es que su amigo Kurt Reinhardt esté de vuelta en la batería. Tienen montones de cosas que contarse.

La intensidad de los combates puede traducirse a cifras estadísticas. Durante las batallas de Flandes la batería utilizó 3200 granadas. Ahora en la Champaña, durante más o menos la mitad de tiempo, han disparado 17 200. Todos esperan que les releven pronto.