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Sábado, 6 de febrero de 1915

WILLIAM HENRY DAWKINS LE ESCRIBE A SU MADRE AL PIE DE LAS PIRÁMIDES

«Mi querida madre —comienza—, por desgracia no hemos recibido cartas esta semana debido a que faltan vapores correo». Ciertamente, el correo de las tropas australianas destinadas en Egipto es muy caprichoso. Hace tres semanas tanto él como los demás recibieron la correspondencia que habían estado esperando desde noviembre: 176 sacos. Antes de eso, nada. Lo que llegó ese día, demasiado (algunos apenas tuvieron tiempo de responder todas sus cartas). Ahora, otra vez nada.

Dawkins ha obtenido, por fin, noticias sobre cómo están las cosas en su casa: sabe ahora que todos están bien de salud; que su madre ha llevado a las gemelas al dentista; que las flores que intentó enviar a una amiga, por desgracia, no llegaron; que los precios han subido en Australia. Por su parte, él está de bastante buen humor. Aunque ha empezado a cansarse, tanto de la situación como de Egipto; continúan las incesantes instrucciones y han vivido su primera tempestad de arena. Todavía no saben qué ocurrirá a continuación, si proseguirán rumbo a Europa o si se quedarán en Egipto.

La guerra se va aproximando lentamente, pero aún no se encuentra a una distancia ni audible ni visible. Hace una semana aviones de reconocimiento británicos detectaron unidades otomanas que se movían por el desierto del Sinaí en dirección al canal de Suez, y hace tres días tuvo lugar el ataque que esperaban ansiosamente desde hacía tiempo. Se enviaron dos batallones australianos de infantería de refuerzo al punto más amenazado, Ismailía, y enseguida lograron hacer retroceder a los atacantes[51]. Dawkins, y muchos con él, sienten bastante envidia de los que marcharon hacia el canal, y en los comentarios que le hace a su madre se adivina cierta dosis de la filosofía de la raposa:

Ha habido bastante jaleo en el canal, aunque tú en casa ya lo sabrás, sin duda, por los informes y demás cosas que se publican allí. El jueves fue un día memorable para nosotros, puesto que partieron las primeras unidades destinadas a la defensa del canal. Eran los Batallones 7.º y 8.º. William Hamilton[52] está en el 7.º y también mi antiguo jefe, el comandante McNicholl [sic]. Todos les tenían envidia pero yo no creo que disfruten de los días que pasen allí ya que resulta monótono esperar a los turcos, quienes, sin lugar a dudas, no tienen madera de buenos soldados.

Por su parte, Dawkins ha dedicado la mayor parte del tiempo a construir, derribar y transportar pontones[53]. Hoy, en cambio, les han dado el día libre. Junto con un oficial colega suyo han cabalgado hasta la antigua Menfis, ciudad en ruinas. Lo que más le impresionan son las dos estatuas gigantes de Ramsés II. En su carta escribe: «Estaban magníficamente esculpidas y deben de haber necesitado montones de años para acabarlas». Ahora anochece y él está sentado en su tienda:

Seguramente cuando recibas esta carta ya habréis pasado la peor parte del verano. Espero que tras la cosecha se vuelva más barato adquirir productos como trigo y harina. Estoy bastante cansado, así que, por ahora, termino enviando cariñosos saludos a todos de vuestro Will [y] xxxxxxxxxx a las niñas.