Sábado, 9 de noviembre de 1918
HERBERT SULZBACH VE CAER BOMBAS SOBRE BEAUMONT
La retirada continúa. Marchan durante toda la noche, a oscuras y bajo una lluvia torrencial, por una carretera destrozada y llena de barro, atestada de lo que parecen ser interminables columnas de tropas alemanas. No hay posibilidad de detenerse. Por un lado porque eso detendría la sinuosa culebra de soldados, caballos, carros y cañones que les van a la zaga. Por otro porque en algún lugar detrás de todo está el enemigo, que sigue presionando.
A las tres de la madrugada alcanzan una pequeña ciudad. ¿Beaumont? Sí, alguien confirma que esto es Beaumont. Eso significa que han salido de Francia y que ahora están en territorio belga. Es una noticia deprimente, una nueva confirmación de la derrota.
Llega la mañana.
El cielo nublado de los últimos días se abre, y un sol cálido se eleva por el firmamento. En Beaumont hacen un breve alto para descansar un poco, pero ante todo para avituallar. Aquí hay grandes depósitos que el ejército no puede evacuar de ninguna manera, de modo que todas las latas y otras conservas se reparten generosamente entre los soldados. Dos mujeres alemanas que han tenido algún tipo de ocupación administrativa en Beaumont se suman a la columna de Sulzbach.
Aeroplanos enemigos sobrevuelan la ciudad soltando bombas. Las calles están tan abarrotadas de soldados en retirada que las bajas no pueden ser otra cosa que cuantiosas.
El aire va cargado de abundantes rumores. Extenuados, desolados y confusos, viven en un mundo de fantasía en el que nada parece fijo y estable, fuera de lo que pueden palpar con las manos. La flota se ha alzado en rebelión. El káiser ha abdicado. El heredero de la corona ha abdicado. Alemania es ahora una república. Sulzbach observa que los soldados de las etapas parecen dominados por el mismo clima derrotista y subversivo que domina a tanta gente en Alemania, pero no ve signos de que el mal se haya extendido a los soldados del frente. Todavía. Al atardecer llega un enlace montado a caballo. Les confirma que los rumores son ciertos. La flota se ha sublevado. El káiser ha abdicado. El heredero de la corona ha abdicado. Alemania es ahora una república.
Sulzbach siente tristeza, rabia, perplejidad, abatimiento, sufre un shock.
«No sabes si lo que vives es realidad o si estás soñando. Los hechos se han precipitado a tal velocidad que no puedes atraparlos».