Domingo, 3 de noviembre de 1918
PÁL KELEMEN OYE DECIR EN ARLON QUE EN HUNGRÍA SE HA ANULADO LA CENSURA
Es una señal como cualquier otra. Está sentado almorzando en la cantina de oficiales cuando un oficial de intendencia irrumpe en la sala con pánico en los ojos. Al parecer, la censura oficial ha sido anulada en Budapest, ¡y ahora los diarios pueden escribir lo que quieran! Entre el correo se han encontrado ejemplares de las últimas ediciones, y en primera página unos titulares en negrita exigen que las tropas húngaras vuelvan enseguida a casa: «Hay que poner fin a este derramamiento de sangre en tierra extranjera por una causa extranjera».
De inmediato, el jefe de división da la orden de que se examine todo el correo y se confisquen todos los diarios que se encuentren. Las noticias pueden tener un efecto devastador sobre la ya tambaleante moral de combate. Dicho y hecho. Registran el correo, pero no se encuentran más diarios.
Los oficiales, muy tensos, buscan signos de que a la tropa le haya llegado la noticia, pero durante la tarde solo tienen lugar «algunos incidentes de menor importancia». Al anochecer, sin embargo, sin que nadie sepa cómo ni de dónde, aparecen unos ejemplares de esos periódicos que van pasando de mano en mano por los cuarteles. «Con esfuerzo y a la luz de las bujías, leían en voz alta unos para otros, y soldados y suboficiales no hablaban de otra cosa que de lo que ponía en esos diarios».