Domingo, 1 de septiembre de 1918
WILLY COPPENS ESTÁ EN CAMA CON UN RESFRIADO EN LES KOËRES
El caluroso agosto ha quedado atrás. Ha sido un mes rico en acontecimientos. Coppens ha prolongado su historial de victorias con seis cifras más. Todos los elementos derribados eran globos cautivos alemanes, su especialidad. (Desde comienzos de año el palmarés comprende 27 victorias). Conoce el peligro; en varias ocasiones ha vuelto con orificios de bala y fragmentos de metralla incrustados en su avión (las rajaduras se arreglan con retales blancos que resaltan contra el intenso azul de su biplano Hanriot), y hace poco más de una semana estuvo a un tris de ser derribado por un avión alemán que se le acercó sorpresivamente.
Con todo, Coppens se halla en un extraño estado de ánimo. La mañana del 10 de agosto abatió tres globos cautivos en el transcurso de una hora y media. «Mientras duró el vuelo», escribe:
El considerable éxito y la sensación de haber eludido el peligro resultaban excitantes, pero una vez hube aterrizado y estando de nuevo de vuelta entre el grupo del escuadrón, el combate, que hace un momento me provocaba tan alto grado de excitación, perdió gran parte de su sentido. El júbilo se extinguió, y vino a sustituirle el hastío.
Cuando no están en el aire sus vidas se caracterizan por la inquietud típica de la juventud. Él y los demás pilotos se divierten sin parar, van de juerga, frecuentan restaurantes y teatros, juegan al tenis en la cancha que ellos mismos han construido junto al campo de aviación, además de gastarse infinitud de practical jokes (jugarretas). La última que hicieron fue telefonear a otro escuadrón y hacerle creer al que se puso al aparato que el rey iba a hacerles una visita.
Este día Coppens está en cama con un resfriado, cosa inusual. Parece que todas las horas que se pasan al aire libre y a elevadas alturas más bien les protegen de dichas banalidades. Lee una carta de su padre, quien todavía está en la Bruselas ocupada. Coppens escribe:
La carta estaba formulada con el imaginativo lenguaje que solíamos utilizar para este menester, pero leyendo entre líneas comprendí que había oído hablar de mis últimas victorias contra nuestros detestables enemigos. Sin embargo, en una frase, donde me exhortaba a tener cuidado, percibí su miedo a que yo tentara mi suerte demasiado y a que ésta se volviera contra mí. ¿Acaso no tenía ese temor mucho de natural y también algo de profético?