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Domingo, 23 de junio de 1918

OLIVE KING ES CONDECORADA EN SALÓNICA

Es un día lleno de decepciones. King sabe que la van a condecorar nuevamente —esta vez con la Medalla de Oro al Abnegado Servicio de Serbia— y que la ceremonia tendrá lugar hacia las diez de la mañana. Partiendo del razonable cálculo de que tiene tiempo de sobras si se levanta a las nueve, ha estado despierta hasta las tres de la madrugada redactando un informe. (Está volcada en el proyecto de abrir una cantina en beneficio de los conductores serbios, mal pagados y a menudo mal alimentados, que trabajan con ella). Sin embargo, ya a las seis la despiertan unos fuertes golpes en la puerta. Una carita mira por la ventana y le comunica que la esperan en el garaje. Ella se da un baño rápido para despejarse y después se pone en marcha.

En efecto, la ceremonia tiene lugar a las diez. Un coronel pronuncia un largo discurso durante el que alaba sus acciones, acto seguido sujeta de su busto la redonda y dorada medalla. King ve un pequeño estuche al lado del primero y por un instante piensa que le van a entregar otra distinción. Pues no. Decepción. Hacia las once y media se lleva la siguiente. Artsa, uno de los conductores serbios, ha prometido ayudarla a explicar los planos de la futura cantina a los soldados ingenieros serbios que la van a construir. Pues no. No viene tal y como convinieron. Hambrienta, ya que con las prisas de la mañana no ha tenido tiempo de tomar su desayuno, decide irse a almorzar. Pues tampoco. La mujer que le mantiene limpia la cabaña aparece sin previo aviso para realizar la limpieza semanal. King no tiene más remedio que quedarse. La tarde se presenta mejor, y cuando llega el correo espera recibir una carta de su padre. Pero nada.

Decepciones, en general y en particular. Descontando unos combates de menor importancia, todavía no ha ocurrido nada en el frente de Salónica. Romper el punto muerto no es una opción, máxime cuando 20 000 soldados franceses y británicos acaban de ser embarcados rumbo a Francia para repeler la renovada ofensiva alemana que se ha lanzado allí. (Corren rumores de que, en cambio, los búlgaros preparan un ataque. Unos tránsfugas así lo dijeron).

Olive King está exhausta, de mal humor e irritable. Añora su hogar. Lleva ya 33 meses de servicio seguido sin ningún permiso. Sin embargo, no es solo la monotonía de Salónica ni los triviales reveses de la vida diaria lo que la agotan. Otro amor se ha ido al garete. En su tristeza por Jovi ha buscado el consuelo en otro de los serbios con quien trabaja, el antes mencionado Artsa. Su romance fue a más, y él le pidió su mano. El padre de King, sin embargo, le ha prohibido que se case con el joven serbio. Ella se ha doblegado, parece ser que sin mayor amargura.

Es como si algo se hubiera secado en ella. Así, cuando en una carta anterior, contradiciendo sus viejas costumbres, de repente adopta una postura ideologizada y, con un inusitado tembleque en la voz, empieza a predicar verdades geopolíticas y la finalidad de la guerra, cabe intuir que, en última instancia, el sermón va dirigido a sí misma. Que es un intento de taponar la fuga energética de su alma:

Por lo visto sigue habiendo millones de personas que todavía no saben por qué Alemania declaró la guerra. Tienen la vaga noción de que el país necesitaba un acceso al mar, por lo que entraron en Bélgica por la vía rápida. Los alemanes quieren apoderarse de Bélgica y también de Holanda, pero no tanto como quieren tomar Serbia, es decir, para poder unirse a Turquía. El único modo de salvar el Imperio Británico es apoyando el sueño yugoslavo de unificación y colocando un Estado fuerte y benevolente que se alce como un obstáculo permanente contra este avance hacia el este.

Ha anochecido, y Olive King está en su cabañita de madera con todas las puertas y ventanas abiertas. Hace un calor bochornoso. El viento que refrescaba el ambiente los dos últimos días ha amainado de golpe. En estos momentos está «harta y hastiada de todo». Se echa unas gotas de agua de colonia en los pies, luego sopla y percibe cómo el líquido se evapora con un breve toque de frío.