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Domingo, 19 de mayo de 1918

WILLY COPPENS ABATE SU QUINTO GLOBO CAUTIVO

Hace buen tiempo. Willy Coppens vuela rumbo a Houthulst, donde sabe que hay un globo cautivo alemán que tiene la intención de abatir. Conseguirlo supondría su quinta victoria aérea, y cinco victorias aéreas es lo que exige la Aviación Militar belga para ser considerado un as de la aviación. Coppens no va solo; le acompañan un puñado de aviones del escuadrón que ha de protegerlo de los cazas alemanes. (El ataque a un globo se distingue de muy lejos. El cielo se llena de las detonaciones de las baterías de artillería antiaérea que lo arropan, y no suelen tardan en llegar en su auxilio aviones enemigos).

Cruzan la línea del frente por Diksmuide y allí observan una patrulla enemiga que vuela con rumbo sur. Coppens y su escolta viran en dirección a ellos, pero los aviones alemanes no parecen interesados en combatir, sino que siguen adelante. Él divisa el globo. Las nubes de humo de la artillería antiaérea van estallando por el cielo.

A las 09.45 horas Coppens desciende contra el globo y lo tirotea hasta incendiarlo.

Tras aterrizar enseguida es rodeado por los demás pilotos, que quieren felicitarle. Y no solo ellos, por cierto: el barullo convoca también a algunos de los numerosos canes del escuadrón, entre otros, al foxterrier Biquet, al pastor alemán Malines y al cockerspaniel Topsy. Más tarde, ese mismo día, él y otro de los pilotos del escuadrón son reclamados en el cuartel general de Houthem, donde el jefe de la Aviación Militar belga en persona le congratula oficialmente por haber conquistado el título de as aéreo. Una vez de vuelta, hacia las seis y media, Coppens participa en una nueva incursión al otro lado de las líneas del frente.

Esa noche su nombre es mencionado por primera vez en el comunicado oficial de prensa belga. Coppens está muy orgulloso y excitado, porque sabe que este comunicado de prensa se anuncia por toda la retaguardia y se publica en la prensa tanto nacional como internacional. Va en coche a La Panne, donde se reúne con los que hacen corro frente al último comunicado. Él mismo cuenta «el placer infantil» que le produjo oír a los soldados leer en voz alta el texto impreso y pronunciar su nombre, ¡el suyo! «Pero eso fue al principio, antes de quedar hastiado y antes de hacerme famoso».

Ese mismo día Richard Stumpf ve un buque de guerra decorado en celebración de Pentecostés. En su diario anota:

La pequeña nave Germania, que pertenece al depósito de municiones, echó anclas cerca de nosotros. El palo mayor estaba decorado con una gran mata de ramitas de abedul. También habían amarrado ramas reverdecidas y recién cortadas a lo largo de toda la borda y en la superestructura. Me dije para mis adentros que estas personas, tras cuatro años de guerra, todavía no habían perdido su sentido de la belleza. Si no, ¿por qué iba alguien a jugarse la vida trepando a lo alto del palo mayor?