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Sábado, 8 de agosto de 1914

HERBERT SULZBACH ES ADMITIDO EN EL 63.º REGIMIENTO
DE ARTILLERÍA DE CAMPAÑA DE FRÁNCFORT

Han sido días de exaltación, de una gran exaltación. Y de cierta inquietud, aunque muy poca. Ya los últimos días de julio empezó a escabullirse de sus tareas en el banco para apretujarse entre la muchedumbre que se agolpaba frente a las oficinas de los diarios, y cuando más tarde se anunció la movilización él se sumó al júbilo general. El sentimiento de defenderse contra un ataque injusto llena a la gente de «una enorme fuerza. Por mucho que lo intente me resulta imposible referir el espléndido humor y el desenfrenado entusiasmo que nos embargaba a todos».

Su nombre es Herbert Sulzbach, un alemán de 20 años afincado en Fráncfort del Meno. Su familia es judía, pero de la alta burguesía, acomodada, asimilada, liberal. Se considera al abuelo paterno de Herbert uno de los fundadores del Deutsche Bank, y hasta se dice que el káiser le ofreció al abuelo un título nobiliario que él rechazó. De Herbert su familia espera que se involucre en el negocio familiar. En octubre estaba planeado que se mudara a Hamburgo para hacer «prácticas comerciales». Pero la guerra se interpuso.

Herbert, sin embargo, no se considera víctima de ninguna catástrofe. Ya antes del estallido de la guerra fantaseaba con la idea de desechar esa mudanza a Hamburgo, desechar la carrera que le espera dentro de la industria comercial y hacerse soldado. «Tengo 20 años, la mejor edad para hacerse soldado». Al día siguiente del estallido bélico se alistó voluntario, esperando que el regimiento de Artillería de Campaña local, el 63.º, le aceptase.

Pero ¿y si no era así? La inquietud se debe principalmente a eso. Nada menos que 1500 voluntarios han solicitado servir en ese regimiento. Solo hay plaza para 200.

Los letreros en idiomas extranjeros han empezado a desaparecer de las tiendas.

Hay toque de queda a partir de las once de la noche. Se dice que un avión enemigo ha sobrevolado la ciudad. El automóvil de la familia, de la marca Adler, ha sido confiscado por los militares. También Berthold, el sirviente, ha sido llamado a filas. De hecho, muchos de sus parientes y conocidos han sido ya movilizados. Pero ¿y si a él no lo aceptan?

Sin embargo, éste es un día feliz para Herbert Sulzbach. Ha resultado ser uno de los elegidos:

«Soy soldado por fin. Conmueve tanta afabilidad por parte de todo el mundo. Las chicas se muestran muy preocupadas todas, muy maternales».

Se topa con varios de sus antiguos compañeros de colegio durante el reclutamiento. El reencuentro es feliz. Todos servirán en el mismo batallón. Los uniformes que les designan son azules.