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Lunes, 11 de marzo de 1918

MICHEL CORDAY VE UNA OBRA DE TEATRO EN LA COMÉDIE-FRANÇAISE

Es el estreno de La boda de Corinto, drama en verso de Anatole France, en la Comédie-Française de París. Michel Corday y su esposa han acudido, claro. En mitad del segundo acto se interrumpe la función. Uno de los actores sale al proscenio diciendo que ha sonado la alarma aérea y que, una vez más, bombarderos alemanes se aproximan a París. Del patio de butacas se oyen voces: «¡Qué continúe!».

Los actores reanudan la representación, pese a que aproximadamente una quinta parte del público se ha marchado. Corday está intranquilo. Habría preferido salir del teatro, pero le da vergüenza reconocerlo ante los muchos conocidos de los palcos, así que él y su esposa se quedan. Resulta una experiencia singular. Entre los altisonantes diálogos de los actores despuntan los aullidos de las sirenas, y a las 21.25 escuchan las detonaciones de las primeras bombas; suenan como lentos y apagados golpes de tambor.

París ha sido bombardeada varias veces desde comienzos de año, la última fue hace tres noches. Los bombarderos —grandes engendros bimotores del tipo Gotha[252] o aún más grandes, monstruos de cuatro motores como el Zeppelin Staaken— siempre efectúan sus incursiones de noche. El cielo nocturno se ilumina entonces por los haces de los focos, las explosiones de las granadas de la defensa antiaérea y las rayas plateadas de los cohetes de señalización.

París es actualmente una ciudad que está a oscuras. A partir del momento en que se pone el sol la gente camina por las calles con linternas en las manos. (Los delincuentes no se han demorado en aprovecharlo; el número de atracos va en aumento). En los tranvías y en el metro las bombillas están ahora pintadas de azul, y a Corday se le antoja que, bajo esa luz, los rostros demasiado maquillados de las busconas callejeras adquieren el color de los «cadáveres putrefactos». Edificios y monumentos importantes han sido envueltos en una capa protectora de sacos de arena, y en los escaparates de las tiendas las tiras de papel que se han pegado a los cristales para disminuir el riesgo de que se rompan llegan a formar diseños estéticamente interesantes. Tras la incursión del 30 de enero, en unos árboles frente a una casa bombardeada de la Avenue de la Grande-Armée, Corday vio pedazos ondeantes de cortinas y papel de las paredes, además de una media de señora rosada. Todos los cristales de las casas circundantes se habían roto por la explosión. Los criados iban por la calle barriendo los fragmentos de vidrio y colocando remiendos provisionales hechos de papel de periódico.

Debido a la oscuridad y a la elevada altura desde la cual se sueltan las bombas —en general, por encima de los 4000 metros— a los aviones les resulta imposible elegir un blanco en particular. Los bombardeos son actos de puro terrorismo, aunque sea a escala reducida. Y en cierto modo, las incursiones han surtido efecto: la población ha empezado a huir de París. También las fuerzas aéreas británicas y francesas realizan este tipo de raids, dirigiéndolos a las ciudades alemanas que están a su alcance como Stuttgart, Mainz, Metz, Mannheim, Karlsruhe, Friburgo y Fráncfort[253]. Sin embargo, la ciudad más bombardeada de toda Europa, exceptuando Dover, es Londres. Primero la bombardearon flotillas de zepelines alemanes, después, cuando estos hacia 1916 demostraron no estar a la altura de las circunstancias[254], bombarderos pesados. Tampoco allí el número de víctimas ha sido muy elevado; como máximo 162 muertos en una incursión a plena luz del día el 13 de junio de 1917[255]. Pero de todos modos estos bombardeos significan que se ha trasgredido otro importante tabú. Los ataques no tienen ningún otro objetivo que la población civil desarmada del adversario. Corday opina que ese comportamiento es… de bárbaros.

En el intermedio entre el segundo y tercer acto Corday y su esposa salen al tenebroso vestíbulo. Está vacío a excepción de una estatua de Voltaire, oculta tras una pirámide de sacos de arena. El entreacto es más largo de lo normal. Se ha entablado una discusión con el director del teatro acerca de si hay que interrumpir la representación. Lo que se decide es que continúe pese a que el bombardeo dista mucho de haber terminado. «¡Cómo no!», comenta Corday con acidez. Cree saber que, en realidad, todos habrían preferido irse a sus casas pero que se quedaron «por miedo a las críticas de los otros, quienes compartían un mismo deseo. ¡El orgullo pesó más que la muerte!».

Así que todos vuelven a la sala, y comienza el tercer acto. Al caer el telón resulta que fuera aún prosigue el bombardeo. Los actores le ofrecen al público la posibilidad de refugiarse en el sótano del teatro. Corday y su esposa siguen el flujo de personas en traje de noche que descienden a las enormes bóvedas donde, cubiertos por toldos, se alinean los bustos de mármol que antes decoraban el edificio. Corday ve a un hombre de uniforme que coloca su gorra sobre la cabeza de Molière. Los que aguardan en el sótano están bajos de ánimo y apáticos pese a que una de las actrices intenta distraerles recitando poesía.

Hacia la medianoche alguien proclama que ya no caen bombas. Cuando salen del teatro una densa niebla se extiende por las calles. Los puntos de luz de algunas linternas giran espasmódicamente por la bruma.

A la mañana siguiente Corday y su mujer dan un paseo primaveral. A lo largo del Boulevard Saint-Germain ven seis cráteres. Y en la Rue de Lille ha caído una bomba justo delante de lo que antes era la embajada alemana; la puerta principal se ha desplomado. Van de visita a casa de Anatole France, quien también asistió ayer al estreno.

Resulta que uno de los motivos por los que el intermedio del tercer acto fue tan largo es que entonces estuvieron tachando frases en la obra a fin de poder bajar antes el telón. Que también las personas que pisaban el escenario estaban ansiosas por marcharse se notaba en su modo de actuar. «Por primera vez —dice France— pronunciaron sus diálogos de la misma forma acelerada que en los teatros corrientes».

Todo el mundo habla de la inminente gran ofensiva alemana.