Viernes, 1 de febrero de 1918
EL HERMANO DE ELFRIEDE KUHR RECIBE EL LLAMAMIENTO A FILAS
No da la impresión de haber sido una experiencia nada agradable. Indignado, Willi, el hermano de Elfriede, explica que les hicieron alinearse completamente desnudos en la sala sin calentar de un barracón. Hasta el momento, Willi ha estado exento del servicio militar por razones de salud: agua en las rodillas y un corazón débil «debido a la escarlatina». Sin embargo, ahora han revisado su caso. Como el resto de ejércitos beligerantes europeos, también el alemán padece una aguda falta de efectivos. Un médico le palpó a Willi la barriga, auscultó sus pulmones y declaró: «Está usted como un roble».
Willi, que echa chispas, escupe: «Menudo pelele. ¡Lo único que quiere es conseguir más carne de cañón para el káiser Guillermo!». Elfriede y el buen amigo de Willi, Hans Androwski, le toman el pelo y ríen. «¡Menudo espectáculo debiste de ofrecer tú desnudo! ¡Un verdadero modelo de joven divinidad olímpica!». Después la conversación cambia de tono y empiezan a pensar en qué podría hacer Willi. Androwski, a quien le han dado un certificado de exención del servicio militar debido a su mala vista, dice que, pase lo que pase, Willi tiene que evitar la infantería. Lo mejor es aviación, no manejando las palancas de un aeroplano, por supuesto, sino trabajando de oficinista de algún tipo. «¡Di que tienes una caligrafía maravillosa!». Willi sigue rechazando propuestas, empieza a verlo todo negro. «Servicio militar prusiano. Ahora sí que la hemos cagado». Elfriede dice que qué diría su madre si le oyera. La madre todavía cree en la guerra, y cuando Willi caiga en combate, suelta Elfriede irónica, la madre le considerará un héroe.
Después pasan al tema de la guerra. Elfriede plantea la misma pregunta que se hacen tantas personas: ¿Por qué? ¿Por qué ha tenido que morir toda esa enorme cantidad de gente? «Millones de muertos absolutamente para nada». Androwski no está de acuerdo. No ha sido en balde. Con su muerte, los rusos caídos han propiciado la gran transformación de su país. Elfriede se enfada. «¿Con su muerte? ¡Si ése es el precio, no quiero más revoluciones!». Willi no dice nada, solo se muerde las uñas en silencio.