Domingo, 27 de enero de 1918
MICHEL CORDAY SOPESA EL FUTURO
El riguroso frío está remitiendo: hace tan solo un par de semanas las temperaturas descendieron a 18 grados bajo cero. Las autoridades han prohibido la venta de absenta y les han prohibido a los soldados llevar bufanda. Se han suprimido las tartas (en los salones de té ahora sólo se sirven pasteles), y la ración de pan no tardará en restringirse un paso más, a trescientos gramos por día y persona. Circulan rumores acerca de inminentes altercados en los distritos obreros, de inminentes bombardeos enemigos sobre París y de una inminente ofensiva alemana en el frente occidental. También se dice que ha sido desenmascarado un grupo de espías constituido exclusivamente por mujeres pertenecientes a la farándula parisina.
Corday escribe en su diario:
El 31 de enero los trabajadores de los astilleros de Clyde emprenderán una huelga «si antes de esa fecha no se han iniciado negociaciones de paz». Vemos aquí, sin duda, un nuevo desafío en la lucha entablada entre los pueblos y sus dirigentes: los pueblos exigen saber por qué los dirigentes les obligan a combatir. Se han necesitado cuatro años para que este legítimo deseo pudiese emerger a la superficie. En Rusia ya ha alcanzado su objetivo. En Inglaterra está haciéndose oír. Irrumpe ahora en Austria. No sabemos nada de lo fuerte que pueda ser en Alemania o Francia. Pero la guerra ha entrado en una nueva fase: la lucha entre los rebaños y sus pastores.