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Martes, 30 de octubre de 1917

PAOLO MONELLI BEBE COÑAC Y ESPERA NOTICIAS

Desde hace apenas una semana algo gordo está ocurriendo en el Isonzo. El enemigo, con una sola ofensiva, ha conseguido lo que el ejército italiano no consiguió en once, o sea, abrir una brecha. Y están avanzando. Qué ha pasado en realidad y qué es, exactamente, lo que pasa, no lo saben Monelli ni el resto de las tropas del frente septentrional. La posición que mantienen es buena y fuerte y hasta hace unos días se sentían bien preparados para recibir el invierno en sus recién construidas chozas. En las elevadas alturas en las que se encuentran ya hay nieve en abundancia.

Pero no, no saben nada. No les llegan periódicos ni comunicados; están, como si dijéramos, en las nubes de la ignorancia, y allí lo único que se les ofrece son rumores, desconcertantes, contradictorios, fantásticos, como siempre suelen ser los rumores. Como, por ejemplo, que los alemanes han tomado Udine. Como que 200 000 italianos se han entregado prisioneros, ¿o eran 300 000? El ambiente es de lo más lúgubre. En la cantina de oficiales el silencio es total. Monelli toma coñac para mantener a raya las peores cornadas de la desesperación.

Nos llegan trágicas noticias del frente oriental. El enemigo pisa la tierra patria, los soldados tiran sus armas. Y aquí nada. La espera se agrava con estupideces burocráticas, con las firmas y las circulares, las pedanterías de mandos nerviosos, las bromas de superiores a los que no respetamos.