153.

Miércoles, 6 de junio de 1917

PAOLO MONELLI MARCHA HASTA LA LÍNEA DEL FRENTE DE LA CIMA DELLA CALDIERA

Anochece. Van marchando cuesta arriba. La larga columna del batallón se mueve siempre hacia arriba a la luz del crepúsculo. Todos saben adónde lleva el camino. Y los que ya estuvieron aquí durante los combates del año pasado señalan los lugares que reconocen, mencionan los nombres de los hombres que cayeron. «Una vía dolorosa». Inicialmente, mirar hacia abajo, hacia el valle bañado por el claro de luna, provoca en Monelli una sublime sensación de vértigo; pero el creciente cansancio acaba por hacerle perder el interés por todo lo que le rodea. Al final, solo queda el sonido de sus pisadas y el cansancio mismo.

Cruzan la meseta al abrigo de la noche, percibiendo la vaga pero fría radiación de la nieve que todavía cubre el suelo. Ve grandes fogatas. Ve hombres dormidos; ésta es la unidad que mañana realizará el asalto. Piensa: «Pobres diablos». Después piensa:

La suerte de cada uno de ellos se me antoja más miserable que la mía propia. El no estar destinado a formar parte de la primera oleada me hace sentir muy afortunado, y me asombra que estos hombres puedan dormir tan tranquilos, los mismos que mañana al salir de la trinchera soltarán todo lo que protege sus vidas. Temo por ellos. (No difiere mucho de las veces en que me ha sobrevenido un ataque de vértigo cuando, desde una peña, veía a un hombre aferrándose a la pared de un abrupto acantilado, solo para al día siguiente seguir sus pasos sin la menor preocupación).

Al amanecer alcanzan su destino. Acampan. Ve peñascos, nieve y algún que otro pino desperdigado.