129.

Sábado, 30 de diciembre de 1916

ALFRED POLLARD LE ESCRIBE UNA CARTA A SU MADRE

Ha sido un buen año para el sargento Alfred Pollard, DCM. El victorioso combate en torno al cráter de Sanctuary Wood de finales de septiembre del año pasado ha resultado en la Distinguished Conduct Medal (medalla por una conducta destacada), de la cual está muy satisfecho, aunque muy en el fondo se sienta algo decepcionado, pues tenía la secreta esperanza de recibir la más alta distinción de todas, la Cruz Victoria.

Tras recibir atención médica en Inglaterra y a la espera de ser declarado apto para el servicio, ocupó el tiempo yendo al teatro y a las revistas (espectáculos gratuitos para combatientes heridos), ir de juerga, entrenarse en el lanzamiento de granadas en el jardín de su madre y escribir una solicitud para ser admitido como oficial, lo cual se le ha concedido. Desde el mes de mayo está de vuelta en Francia, donde le han nombrado responsable de la instrucción del batallón en lanzamiento de granadas en combate. Ha retomado su vieja costumbre de realizar excursiones nocturnas en tierra de nadie.

Lo único que ha conseguido perturbar ligeramente a Pollard fue la notificación que le llegó a finales de verano de que su hermano mayor había caído en combate. En ese momento sopesó la posibilidad de solicitar un destino menos expuesto por consideración a su madre, a quien ahora solo le queda un hijo. Pero enseguida se lo quitó de la cabeza. Por el contrario, quiere vengar a su hermano y desde ese día su ambición es «esforzarme al máximo para matar a cuantos más [alemanes] mejor». Ha celebrado las Navidades en una mansión francesa de la retaguardia, donde nuevamente ha instruido a los soldados en el dónde, el cómo y el cuándo se utilizan las granadas de mano. Tiene ahora un nuevo apodo, Bombo.

Este día le escribe una carta a su madre:

Queridísima madre.

Me han dicho que no te has encontrado del todo bien. Espero que ya estés restablecida. El correo no ha funcionado como debiera últimamente, sin duda debido a las celebraciones navideñas, pero he recibido mi equipo de fútbol y el bizcocho que ha hecho Perk, todo en un estado muy satisfactorio.

En estos momentos estoy en ese cursillo de formación del que te hablé, y tengo la intención de quedarme. Pero para ser del todo sincero, madre, en mi fuero interno siento que tendré que seguir al batallón cuando éste reciba las órdenes de regresar al frente. Imagino que eso no sucederá hasta finales de enero, así que no empieces a preocuparte. Sin embargo, realmente siento que debo ir con ellos. He solicitado ya la baja pero es posible que me retengan aquí hasta el final del cursillo. Sea como fuere, mejor que dejes de enviar correo a la dirección del campamento de instrucción y vuelvas a enviarlo al batallón. Lo lamento por ti, madre, aunque sé que me comprendes.

Últimamente he podido dedicarme a montar con verdadero placer. Ayer por la tarde fui a una ciudad situada a unas siete millas de aquí. A la vuelta galopamos tres millas sin una sola pausa. ¡Qué maravilla! A lo largo del camino hay dos hileras de árboles, y la tierra entre medio es blanda.

Dos semanas más tarde su batallón marcha de regreso al frente. Pollard se cuenta entre sus filas. ¿Habrá un elemento de autodestrucción en ello? Probablemente no. En su bolsillo lleva un nuevo amuleto, una figurilla de porcelana con una cinta violeta anudada al talle y una expresión angelical en el rostro pintado; es un obsequio de la hermana de esa mujer que lo rechazó con tanta vehemencia. Pollard ha bautizado a la muñequita con el nombre de Billiken. A partir de este momento siempre la llevará consigo.