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Sábado, 16 de septiembre de 1916

MICHEL CORDAY TRABAJA HASTA TARDE EN LA OFICINA DE SU MINISTERIO EN PARÍS

Comienzos de otoño. Cielos altos y claros. Los periódicos le irritan como de costumbre. Dominan las portadas titulares en negrita que proclaman nuevas victorias aliadas. No encuentra una mala noticia hasta la tercera página. Allí se menciona en tres líneas que el ejército rumano continúa replegándose.

Aparte de esto nada, ni rastro. Corday acaba de leer una carta escrita por un coronel, quien narra un terrible suceso ocurrido hace poco en Verdún, donde la batalla todavía se está librando, si bien con menguada intensidad. (Hace una semana tropas francesas realizaron un ataque en Douaumont y tomaron algunas trincheras. Hace dos días contraatacaron unidades alemanas. Simultáneamente la batalla del Somme, tras un periodo de hibernación, se ha reavivado. Justo en ese frente se utilizó ayer por primera vez en la historia una nueva máquina de guerra; se trata de un vehículo motorizado de combate, armado de cañones y ametralladoras, escudado por una coraza de acero que avanza rodando sobre llantas de oruga). Hacía tiempo que las tropas venían utilizando un túnel ferroviario abandonado en Tavannes como refugio, cuartel y almacén de municiones. El túnel cegado siempre estaba rebosante de personal, ya fueran soldados extraviados que se habían alejado de sus unidades u otros que simplemente buscaban guarecerse del fuego constante. La noche del 5 de septiembre se produjo una explosión en un almacén de municiones, y en el incendio resultante murieron entre quinientos y setecientos soldados. Sobre esto no se ha escrito ni una palabra en la prensa. (Del suceso ni siquiera se ha informado a los dirigentes políticos).

La censura es férrea y su reglamento extenso, intrincado y poco inteligible[196]. En los periódicos se observan con frecuencia secciones en blanco a causa de los artículos retirados en el último momento. Otras manifestaciones de la censura consisten en manipulaciones puramente semánticas, algunas de ellas más bien ridículas. A los columnistas que emplean la expresión «tras la paz» se les exhorta a escribir «periodo posbélico». Un colega conocido suyo, quien trabaja en un ministerio contiguo, acaba de convencer a los periódicos de que dejen de emplear el término «carreras de caballos» y utilicen en su lugar «pruebas de selección ecuestre». «¡Estamos salvados!», refunfuña Corday.

Pero, en realidad, no es la censura ni el reglamento lingüístico lo que más indigna a Corday, sino el hecho de que los periodistas estén tan dispuestos a cumplir sumisamente la función de megáfonos de políticos nacionalistas y militares miopes. En su diario Corday escribe:

La prensa francesa nunca ha revelado la verdad, ni siquiera la verdad que es posible desvelar pese a la censura. Por el contrario, se nos ha sometido al bombardeo pesado de la palabrería elocuente, del optimismo desenfrenado, de la sistemática difamación del enemigo, de una férrea determinación de ocultar los horrores y desgracias de la guerra, ¡y después lo han tapado todo bajo una máscara de idealismo moralizante! El lenguaje es una de las materias primas más estratégicas de la guerra.

Por la tarde Corday da un paseo hasta su oficina del ministerio. A lo largo del bulevar se va cruzando con hileras de oficiales de permiso, todos heridos y condecorados. «Parece que vengan especialmente aquí a cobrar su recompensa en forma de miradas de admiración». Ve colas frente a tiendas de ultramarinos. Hasta el momento ese ha sido uno de los argumentos de peso de la propaganda, es decir, que los alemanes sufren carestía de todo mientras que en Francia, por el contrario, no falta de nada. Ahora, sin embargo, la carestía se ha empezado a notar también aquí. Cuesta mucho conseguir azúcar, la mantequilla solo se vende por hectogramos y las tiendas ya no tienen naranjas. Al mismo tiempo, ha aparecido en el paisaje urbano un elemento reciente, los nuevos ricos; o como a veces se les llama, los NR. Se trata de estraperlistas, de logreros que han sabido lucrarse con la guerra y de otros que han amasado fortunas mediante contratos con los militares o gracias a la escasez de mercancías o a actividades por el estilo. Los NR son una nota constante en todos los restaurantes, donde suelen comer lo más caro y beber lo más exclusivo. Nunca antes hicieron los joyeros tan buenos negocios. La moda femenina es lujosa y extravagante. Al mismo tiempo se habla menos que nunca de la guerra. Al menos entre las clases bajas.

Esta noche Michel Corday trabaja hasta muy tarde. Él y un colega del Ministerio de Educación se pasan horas y horas redactando un informe dirigido al comité de inventos. No lo terminarán hasta las dos de la noche.