Notas

[1] Publicado por primera vez en «Blackwood Magazine», LXVI, octubre de 1849. Aquí ofrecemos la versión original, con notas que incluyen las variantes sustanciales contenidas en SGG IV, Miscellanies, 1854. <<

[2] John Palmer (1742-1818), empresario teatral en Bath y en Bristol. <<

[3] Lady Madeline Gordon*. (N. del A). *Confusión de De Quincey. Lady Madelina Gordon fue la segunda hija del cuarto Duque de Gordon, pero contrajo matrimonio con Charles Palmer, no con John Palmer. (N. del T). <<

[4] En una de las versiones del manuscrito se revisa una prevista nota a pie de página: «Así, en el calendario de las fiestas eclesiásticas, el descubrimiento de la cruz verdadera (por Elena, la madre de Constantino) recibe el nombre técnico de la Invención de la cruz. En SGG se añade y revisa la misma nota: «A Elena, la madre de Constantino, se le atribuye (y uno podría pensar que con la expresa conciencia de un sarcasmo) la invención de la cruz». <<

[5] Un caso les resultaba familiar a los viajeros en coches correo: cuando dos coches, partiendo de direcciones opuestas, norte y sur, saliendo al mismo tiempo en puntos distantes entre sí unas seiscientas millas, casi siempre se encontraban en un puente concreto que dividía exactamente la entera distancia. (N. del A.) <<

[6] Vid. Sal 126,5. <<

[7] En SGG: «Todos los corazones se mostraban apasionados, al ser todos (o casi todos) jóvenes. En la mayoría de las universidades sólo hay un único "college"; en Oxford había veinticinco, todos los cuales estaban poblados de gente joven, la élite de su generación; no muchachos, sino hombres, ninguno por debajo de los dieciocho». <<

[8] El número en los libros era mucho mayor, muchos de ellos sólo mantenían una comunicación intermitente con Oxford. Pero yo hablo de aquellos que seguían con constancia sus estudios académicos y de aquellos que residían continuamente como fellows. (N. del A). <<

[9] En SGG: «Recuerdo que por Oxford al menos pasaban tres correos al día, beneficiándose de mi personal patronazgo, a saber: el de Worcester, el de Gloucester, y el correo de Holyhead», <<

[10] Objetos de loza barata procedente de la localidad de Delft en Holanda. <<

[11] El término «snob» y su antítesis «nob», surgieron entre las internas facciones de zapateros quizá diez años después. Es muy posible, no obstante, que los términos existieran desde mucho antes, pero fueron dados a conocer, de manera pintoresca y efectiva, por un juicio que llamó la atención del público. (N. del A). <<

[12] De Quincey emplea el término «snob» en el sentido de la jerga de Oxford, como alguien que no es estudiante, «nob», en cambio, se refería a cualquier persona distinguida. <<

[13] En MS se añade la nota a pie de página: «Gran Bretaña envió, en dos diferentes periodos, dos embajadas separadas a China: la primera bajo Lord Macartney en la época del noble y viejo zoquete Kein Long. Pero la segunda, bajo Lord Amherst, en un sentido muy literal cogió a un tártaro …». <<

[14] Earl Macartney (1737-1806). La anécdota de De Quincey, ficticia, pero basada en hechos reales, se inspira en la descripción de Sir George Staunton sobre la primera embajada inglesa a China: An Authentic Account o/ an Embassy from the King of Great Britain to tbe Emperor of China (Londres, 1797). <<

[15] Del francés, «así será». Palabras de una canción revolucionaria. <<

[16] Vid. Mt 23,6. <<

[17] De «posse camita tus», literalmente «el poder del condado» era el término legal para referirse a los ayudantes del comisario. <<

[18] En SGG se añade la nota a pie de página: «La alusión es al conocido capítulo en la obra de Van Troil titulado: "Con referencia a las serpientes en Islandia". El capítulo entero consiste en estas cinco palabras: no hay serpientes en Islandia». <<

[19] Así se designaba a los «tránsfugas» políticos que cambiaban de partido por interés. <<

[20] En SGG se añade la nota a pie de página: «El riguroso código de reglas fue impuesto por la Oficina de Correos. En toda Inglaterra sólo se permitía a tres personas en el exterior, de las cuales una se tenía que sentar en el pescante y la otra inmediatamente detrás; nadie, bajo ningún pretexto, podía acercarse al guarda; una precaución indispensable, pues, con el aspecto de un viajero, cualquier bandido podría aprovechar una de las mil oportunidades —que a veces se crean y siempre se favorecen— para simular una conversación y desarmar al guarda. Pasada la frontera con Escocia, la regulación quedaba tan relajada como para permitir a cuatro personas en el exterior, pero no en cuanto a la manera en que debían situarse. Una, como antes, tenía que ir en el pescante, y las otras tres en la parte frontal del tejado, con una amplia separación del pequeño asiento aislado del guarda. Esta concesión se debió al intento de compensar en Escocia las desventajas en cuanto a la población. Inglaterra, por su mayor densidad, podía contar con amplios beneficios de los viajes cortos de viajeros ocasionales, que recorrían una distancia de dos o tres postas. En Escocia esta circunstancia se daba menos, así que para compensar esa deficiencia se permitió que en Escocia subiera un pasajero más». <<

[21] Vid. Virgilio, Eneída II, 311-12, cuando se narra la destrucción de Troya. <<

[22] Según la ley inglesa todos los miembros del clero podían acogerse a ese beneficio y quedar exentos de una pena criminal emitida por un juez secular. <<

[23] ¡Sí, falsos!, pues las palabras atribuidas a Napoleón en memoria de Desaix no se pronunciaron nunca. Formaban parte de la misma categoría de invenciones teatrales como el grito del zozobrante Vengeur**, como la jactancia del general Cambronne en Waterloo, La Garde meurt, mais ne se rend pas, como las agudezas de Talleyrand. (N. del A.)

Louis-Charles-Antoine Desaix de Veygoux (1768-1800) héroe francés que murió en la batalla de Marengo. Al conocer Napoleón la noticia de su muerte, exclamó: «¡Ay, no me está permitido llorar!. (N. del T.)

**En la victoria naval del Glorioso Primero de Junio (1794) los ingleses hundieron el navío francés Venguer, que se fue a pique mientras la tripulación gritaba ¡viva la república!

(N. del T.) <<

[24] Vid. Shakespeare, RícardoIlL V, 3,12-13. <<

[25] Nulla <<

[26] Thomas Heywood (1573-1641). <<

[27] En SGG De Quincey rectifica: «El 6 de Eduardo Longschanks, cap. 18». <<

[28] En SGG: «… pero vivimus. Sí, "magna vivimus": no hacemos ostentación verbal de nuestras grandezas, nosotros expresamos nuestra grandeza en actos y en la experiencia de la vida». <<

[29] La impresión general era que esta espléndida costumbre pertenecía de derecho a los cocheros del correo como su traje profesional. Pero esto era un error. Para el guarda era como algo evidente, y era esencial como un vigilante oficial y como medio para identificar instantáneamente su persona en el ejercicio de sus importantes deberes públicos. Pero el cochero, y en especial si su puesto no le conectaba de manera inmediata con Londres y la Oficina General de Correos, sólo obtenía la chaqueta carmesí como una distinción honorífica después de un largo o distinguido servicio. <<

[30] En Pope, Epistle to Allen Lord Bathurst, 1, 249: «But all our praises why should lords engross?». <<

[31] En SGG se añade la nota a pie de página: «Como alguien que ama y venera a Chaucer por sus incomparables méritos de sensibilidad, de caracterización pintoresca, de estilo narrativo, observo con gran placer que la palabra "torrettes" es empleada por él para designar los pequeños dispositivos por los cuales se hacen pasar las riendas. Esta palabra, en el mismo sentido, la he oído con frecuencia de los labios de ilustres cocheros, de cuya amistad me precié en mis días jóvenes». <<

[32] En SGG: «… todas las cosas perecen. Perecen las rosas y las palmas triunfales de los reyes; perecen incluso las coronas y los trofeos de Water 100 …»<<

[33] En SGG se añade la nota a pie de página: «Si el lector hubiese vivido durante la última generación, no necesitaría que le dijeran que hace treinta o treinta y cinco años atrás Mr. Waterton, un distinguido caballero de rancia raigambre en Northumberland, montó en público y cabalgó con botas altas un salvaje y viejo cocodrilo, que era inmanejable y muy impertinente, y todo para nada. El cocodrilo se agitó y trató de patear en vano. Fue tan poco capaz de tirar al caballero como Simbad al viejo bribón que empleó su espalda sin pagar por ello, hasta que él descubrió una manera (quizá ligeramente inmoral, aunque algunos creen que no) de matar al fraudulento jockey y así descabalgarlo». <<

[34] Charles Waterton (1782-1865), naturalista, autor de la obra Wanderings in South America (1825). <<

[35] Los corzos no se congregan en rebaños como el gamo o el venado, sino en familias separadas, padres e hijos; rasgo afín al de los corazones humanos que, añadiéndose a sus proporciones comparativamente pequeñas y graciosas, propicia que se les atribuya un carácter tierno, si bien poco dignificado por la grandeza de la vida salvaje y silvestre. (N. del A.) <<

[36] ¿Pero son siempre fantásticas? El unicornio, el Kraken*, la serpiente marina, todos son, posiblemente, realidades zoológicas. El unicornio, por ejemplo, lejos de ser una mentira, en realidad es muy verdadero, pues se encuentra en el Himalaya como monokeras, así como en África y en todas partes, más bien con demasiada frecuencia para la paz de lo que en Escocia se llama el viajero intencional. En realidad es mentira lo que se dice del unicornio y de su legendaria rivalidad con el león —mentira que preserve Dios, al preservar el poderoso escudo imperial que la mantiene— y que no puede ser más destructiva para las pretensiones zoológicas del unicornio, de lo que son las mismas pretensiones en el león, según los disparates populares acerca de su bondad y magnanimidad, o la vieja idea (adoptada por Spenser y a la que han recurrido tantos de nuestros poetas mayores) de su bondad frente a la inocencia femenina. El desgraciado león es el más vil y el más cobarde de las criaturas silvestres; el sublime coraje del bulldog inglés nunca se ha exhibido de manera tan memorable como en la lucha desesperada en Warwick con el cobarde y cruel león llamado Wallace. Otra de las tradicionales criaturas, aún dudosas, es la sirena, sobre la que Southey una vez me informó que, si se la hubiera llamado de una forma diferente (como, supongamos, simio marino) nadie habría dudado de su existencia más que de la de las vacas marinas o de los leones marinos, etc. La sirena se ha visto desacreditada por su nombre humano y sus legendarios hábitos humanos. Si ella no coqueteara tanto con marineros melancólicos y no se cepillara el pelo tan asiduamente en rocas solitarias, habría aparecido en nuestros libros como una realidad honesta, como una mujer tan decente como muchas que pagan el impuesto de pobreza. (N. del A.) *Mítico monstruo marino. (N. del T.) <<

[37] De Quincey emplea la expresión «going down»; todo estudiante que iba a Oxford se decía que «subía», y cuando lo abandonaba «bajaba» a cualquier otro lugar, aunque estuviera en el norte. <<

[38] Así lo consideraban los franceses, y me ha asombrado que Soult no fuese tan popular en Londres en el periodo de la coronación de Su Majestad, o en Manchester, con ocasión de su visita a esa ciudad, si hubiesen sido conscientes de la insolencia con que habló de nosotros en notas escritas de vez en cuando desde el campo de batalla de Waterloo. Como si hubiera sido una felonía que nuestro ejército mirase de frente al francés, dijo más de una vez: «Aquí están los ingleses, los tenemos, los hemos cogido en flagrant delit», Pero nadie nos ha conocido mejor, nadie ha bebido tanto de la copa de la humillación que Soult en el norte de Portugal, durante su huida del ejército inglés y, después, en Albuera, en la más sangrienta de las batallas. (N. delA). <<

[39] En SGG se añade la nota a pie de página: «Debo hacer la observación de que el color verde sufre casi un cambio espiritual y una exaltación bajo el efecto de las luces de Bengala». <<

[40] Para un americano esta escala de medida, por necesidad, si resulta ser un hombre reflexivo, le resultará ridícula. Recuerdo un caso en que un autor americano se tomó el lujo de mentir un poco a la hora de atribuir a un inglés una pomposa valoración del T ámesis, fundada enteramente sobre ideas americanas de grandeza, y concluyendo en estos términos: «y señor, llegando a Londres, ese poderoso padre de ríos posee una anchura de al menos dos estadios, y atravesando, en su curso serpenteante, la asombrosa distancia de ciento setenta millas». Y esto el cándido americano lo consideró comparable con las medidas del Mississippi. Ahora bien, es difícil considerar que merece la pena responder con seriedad a semejante falsedad, uno podría decir que ningún inglés, salvo Bedlam, pensó en buscar en una isla los ríos de un continente; ni tampoco, en consecuencia, podría haber pensado en buscar la peculiar grandeza del Támesis en la longitud de su curso, o en la extensión del suelo que cubre; no obstante, si había sido tan absurdo, el americano tendría que haber recordado que un río, que no se puede comparar con el Támesis ni en el volumen de agua, a saber, el Tíber, se las ha ingeniado para hacerse oír en este mundo durante veinticinco siglos y hasta un punto no alcanzado, ni que se alcanzará por ahora por ningún otro río, aunque corpulento, de su propia tierra. La gloria del Támesis se mide por la densidad de población que lo acompaña, por el comercio que mantiene, por la grandeza del imperio del que es la corriente más influyente, aunque ni mucho menos la más larga. Conforme a esa escala, y no transfiriendo un estándar colombino, es como se debe valorar el curso de nuestros coches correo. Los americanos deben imaginarse el efecto que sus valoraciones hacen en nuestros oídos, considerando el caso de un siberiano glorificando su país en estos términos: «Esos pícaros, señor, en Francia e Inglaterra, no pueden caminar una milla en ninguna dirección sin encontrar una casa con comida y alojamiento, mientras que, tal es la noble desolación de nuestro magnifico país, que en todas las direcciones durante mil millas un perro no encontrará protección de una tormenta de nieve, ni un reyezuelo una disculpa para desayunar». (N. del A.) <<

[41] Periódico vespertino londinense; la gaceta contenía notificaciones oficiales. <<

[42] «Fey» significa «condenado a morir». <<

[43] En SGG: «Talavera, imperfecto por sus resultados, tal fue la traición del general español Cuesta, pero no imperfecto en su memorable heroísmo». <<

[44] De Quincey recurre al informe sobre la batalla de Sir William Francis Patrick Napier: History ofthe Wár in the Peninsula <<