Los enfermos del hospital
¡Qué silenciosamente, que temerosamente alegres, Eliacim, los enfermos, los hombres y las mujeres que duermen sin documentación, qué felizmente, en la larga y fría sala del hospital, en el inmenso, en el dilatado mundo del hospital, robándose los unos a los otros, deseándose, de todo corazón, la muerte los unos a los otros!
¡Qué cautamente, qué sabiamente venenosos, Eliacim, los enfermos, los hombres y las mujeres, qué tenazmente, en la lóbrega y húmeda sala del hospital, en el enorme, en el desorbitado planeta del hospital, denunciándose los unos a los otros, jurándose, con toda el alma, el sepulcro los unos a los otros!
¡Qué taimadamente, qué disimuladamente malditos, Eliacim, los enfermos, los hombres y las mujeres que agonizan sin lágrimas, qué delicadamente, en la oscura y sucia sala del hospital, en el anónimo, en el ruin campo de batalla del hospital, zancadilleándose los unos a los otros, ofreciéndose, con sus últimas fuerzas, un beso en la boca los unos a los otros!
¡Ay, hijo mío! ¡Qué temerosamente, qué sabiamente, qué disimuladamente, qué silenciosamente, qué cautamente, qué taimadamente alegres y venenosos y malditos, Eliacim, los enfermos, los hombres y las mujeres que duermen, y agonizan sin lágrimas, sin responsabilidad, sin documentación, qué tenazmente, qué delicadamente, qué felizmente, en la fría y húmeda, en la sucia y larga, en la lóbrega y oscura sala del hospital, en el anónimo y ruin campo de batalla, en el enorme y desorbitado planeta, en el inmenso y dilatado mundo del hospital, denunciándose, y robándose, y zancadilleándose los unos a los otros, y jurándose con toda el alma, y deseándose de todo corazón, y ofreciéndose con sus últimas fuerzas la muerte, y el sepulcro y un beso en la boca los unos a los otros!