Fotografías en color
Cuando miro tus fotografías en color, Eliacim, una pradera cuajada de margaritas blancas y amarillas, una yegua alazán con su potrillo al lado, una muchacha vestida de cretona, siempre me sonrío como si fuese, ¡pobre de mí!, una mujer muy experimentada.
Tus fotografías en color, Eliacim, tus fotografías en artificiales y convencionales colores, hijo mío, parecen, miradas al trasluz, flores disecadas, flores que nunca vivieron al aire libre como las flores que vemos todos los días, como las flores del jardín, flores que nacieron en los invernaderos que cuidan, con doble puerta que evita las corrientes de aire, los más hábiles disecadores de flores, aquellos hombres de férreos sentimientos que ignoran el color de la condescendencia, el tenue color de la clemencia.
Tus fotografías en color, hijo mío, tus ingenuas fotografías en color, con las que tanto entretenías a las bobaliconas chicas de la vecindad, Eliacim, las guardo bajo siete llaves para no tener que sentirme obligada a sonreír, al verlas.