No ignoro tus más velados pensamientos
No ignoro tus más velados pensamientos, Eliacim, aunque, con frecuencia, cuando premeditas estar frío conmigo, más me valiera no tener la facultad de conocértelos como si los llevaras escritos con tinta sobre la frente.
Tus más velados y recónditos pensamientos, hijo mío, pudieran englobarse en tres únicas clases:
a) Pensamientos en los que imaginas hacer ostentoso tu amor hacia todo lo que me rodea para intentar encerrarme en una fría isla de indiferencia.
b) Pensamientos en los que discurres darme a entender que soy una rémora en tu vida y que tú procuras apartar, por todos los medios a tu alcance, las rémoras de tu camino.
c) Pensamientos en los que me deseas abiertamente la muerte.
(Estos últimos pensamientos, Eliacim, a veces te aconsejan; entonces, sueles envolverlos en un pequeño regalo, unas flores, unos bombones, una caja de polvos.)
No ignoro tus más velados y ocultos pensamientos, Eliacim. Imagínate con qué dolor estoy escribiendo estas líneas.