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No consigo desentenderme

Son tantas y tantas, hijo mío, las cosas de las que no consigo desentenderme, que a veces, entre amargas lágrimas, me cambiaría gustosa por cualquier objeto que fuera capaz de sentirse desligado, desentendido, de todas estas cosas de las que yo, Eliacim, ¡qué maldición!, no consigo saberme ajena.

No consigo desentenderme, hijo mío, del tiempo que pasa, de la lluvia que cae, del té que bebo, del hombre con el que me cruzo por la calle, del perro aterido de frío que araña la puerta de casa, de tu memoria. Y lo que yo quisiera, hijo mío, te lo podría jurar, era no tener tantas y tantas cosas atenazándome, tantas y tantas cosas recordándome, a cada instante, que no consigo desentenderme de ellas y vivir libre.

Las cosas, Eliacim, demostrarían más nobles sentimientos borrándose para siempre, como una lágrima que cae al mar.