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Naturalezas muertas

Los pintores de naturalezas muertas, Eliacim, varían poco; quizá sea que la naturaleza muerta es algo, ya de por sí, poco variado, no lo sé.

Los pintores de naturalezas muertas, Eliacim, suelen ser alegres y cantarines como los guardas del depósito de cadáveres, hijo mío, que cantan tiernas melodías, entre los muertos, y besan en la boca, con su sabor a muerto, a las rollizas cocineras de la vecindad, a las garridas y frescachonas cocineras rebosantes de vida que hay en la vecindad, que engañan a sus novios, al frutero o al carpintero que no huelen ni saben a muerto, con el guarda del depósito de cadáveres, que tiene el vaho de los muertos escondido en la muela del juicio.

Los pintores de naturalezas muertas, Eliacim, pintan con antifaz para que no los conozcan.

Pero yo, hijo mío querido, conozco a varios que no les fue posible disimular. Si tuviera ocasión, te los enseñaría cuando van por la calle a llevar a sus niños pequeños al colegio. Los niños pequeños de los pintores de naturalezas muertas tienen una gran propensión a morir aplastados por un taxi o por un autobús.