Sí
Es un bello silbido, Eliacim, que solemos dejar huir, con una ignorante indiferencia, sin precipitarnos a apresarlo. Por escuchártelo pronunciar, Eliacim, yo te preguntaba las cosas más varias y previsibles: ¿te has bañado?, ¿es de día?, ¿vas a salir?, ¿quieres una taza de té?, ¿estás contento?
Yo nunca fracasé contigo, hijo mío, porque jamás te pregunté una sola palabra sobre la que tuviera duda alguna de tu respuesta. Las mujeres, Eliacim, cuando ya no lo necesitamos para nada, sentimos nacer un raro instinto en nuestro corazón, un instinto caluroso y pesado como la boca de un horno encendido.
Sí, Eliacim, es siempre un amable chorrito de esperanza.