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Las más tiernas praderas

Sobre las praderas más tiernas, Eliacim, sobre las verdes praderas que semejan trozos del dulce paraíso, hijo mío, pacen, llenos de mansedumbre, los ciervos, y juegan al golf los miembros de la Cámara de los Lores.

Algunas mañanas se me ocurre pensar, Eliacim, que los ciervos son los animales más felices entre todos los animales, incluido el hombre, más felices todavía que los miembros de la Cámara de los Lores que, aunque no sean excesivas, también tienen sus preocupaciones.

Si, antes de nacer, se nos diera a elegir el destino que quisiéramos tener, Eliacim, yo escogería, con los ojos cerrados, ser tímido ciervo de las praderas, apacible ciervo de las más tiernas y delicadas praderas.

Porque sobre las praderas, hijo mío, aún brilla, de cuando en cuando, el fulgor de la mano de Dios, esa clemente esperanza que se pinta de hierba verde, de graciosa brizna que vive silenciosamente, intensamente, su firmísima y mínima satisfacción.

Por encima de las más tiernas praderas, Eliacim, vuela, del mismo color del aire, ese puro sentimiento que no consigo tener hacia ti.