Tu viaje de prácticas
El itinerario de tu viaje de prácticas, Eliacim, fue algo capaz de llenarte de dicha. ¡Qué gran gozo para mí saberte tan feliz por los lejanos mares que tan propicios se te presentaban y tan mal acabaron portándose contigo y conmigo!
Gibraltar. Me he comprado una guitarra, un par de banderillas (las armas con las que los toreros se defienden de los fieros embates del toro) y una botella de legítimo vino de Jerez. Son de mucha solvencia los cosecheros de vinos de Jerez, los Mackencie, los Gordon, los Williams, los Sandeman, los Spencer, los Osborne, los Terry; también es muy conocido Mr. González.
Argel. Me he comprado unas babuchas, una pipa de kif y una bandeja de cobre que creo que te gustará. Esto es muy bonito; las casas son todas blancas y algunas mujeres llevan el rostro cubierto.
Nápoles. Me he comprado unos amuletos de hueso que preservan de los naufragios y una colección de postales. Aquí hay muchos limpiabotas y los peluqueros son de una gran simpatía, aunque algo confusos en las cuentas.
Alejandría. Me he comprado un juego de té de porcelana. Al llegar a bordo he visto que en la tetera, con letras minúsculas, dice «Made in Germany».
Port Said. Me he comprado unos prismáticos de teatro que quizá sean también alemanes.
Colombo. Me he comprado un collar de perlas para regalártelo cuando vuelva a casa. El segundo se rió mucho cuando se lo dije y me explicó que estas perlas son «Made in Japan».
Singapoore. Me he comprado unas novelas de Vicky Baum. A primera vista, no estando muy acostumbrado, no es fácil distinguir los chinos, los indochinos y los malayos.
Manila. Me he comprado un mantón de Manila y una cajita de marfil. No quiero preguntarlo, pero he oído que también son japonesas.
Hong-Kong. Me he comprado un ejemplar de The Times.
La lista de tus compras, hijo mío, sería el cuento de nunca acabar, sería el itinerario completo de tu viaje de prácticas, de tu largo y dichoso viaje de prácticas.
Y yo ahora veo la lista de tus compras, Eliacim, la colección de postales que me fuiste enviando, como un hijo puntual, desde todo el mundo, con una fría sensación de extrañeza. Me cuesta mucho trabajo pensar, Eliacim, que estas postales estén dirigidas a mí, desde los puntos más lejanos del Globo, precisamente por ti, hijo mío.