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Aquella tómbola de caridad en la que siempre florece la ilusion

Pudiera ser que te tocase un premio, Eliacim, una pastilla de jabón, una máquina de coser eléctrica, quizá, pero lo más frecuente, como suele suceder, era que no te tocase nada, las tómbolas se han hecho para que florezca la ilusión, no para que grane la ilusión.

Cuando paso por delante de aquella tómbola de caridad en la que siempre florece la ilusión, hijo, suelo dejarme unas monedas en su caja. A cambio, Eliacim, me dan unos papelitos bien doblados, unos papelitos doblados con todo esmero, donde puede decir: vale por una máquina de coser eléctrica, pero donde suele decir: con tu donativo ayudas a que florezca la ilusión en los hogares pobres.

En la ciudad, Eliacim, se ha despertado un gran amor a jugar, como de pasada, a la tómbola de caridad en la que siempre florece la ilusión. Nuestros convecinos y nuestras convecinas se acercan a la tómbola, disimuladamente, compran sus papeletas y adoptan un aire convencional y sonriente para perder. A veces, los jugadores olvidan, durante unos instantes, su aire convencional, y arrugan ligeramente el ceño o permiten que les tiemblen las manos.

Las gentes, Eliacim, juegan a la tómbola, a aquella tómbola de caridad en la que siempre florece la ilusión, con una fe ciega en su suerte, con una ilimitada confianza en que la máquina de coser eléctrica, por ejemplo, ha de ser, precisamente, para ellos. Yo siempre tuve mucha suerte, se suele escuchar, siempre he sido un mimado de la fortuna. De esta forma, hijo mío, tienden a expresarse los asmáticos, los contrahechos, los tullidos, los ulcerosos, los enanos. Pero después, cuando se afanan en desdoblar el papelito que, con frecuencia, suele venir demasiado pegado, sonríen, nerviosamente, porque en el papelito, en vez de decir: vale por una máquina de coser eléctrica, dice, casi con amor: con tu donativo ayudas a que florezca la ilusión en los hogares pobres.

A mí, Eliacim, no me parece mal que florezca la ilusión en los hogares pobres. Tampoco me parece bien. En todo caso, el que florezca la ilusión, etcétera, es una subversión de valores.

A pesar de todo, yo suelo dejarme algunas monedas en la caja de la tómbola; también pudiera suceder que la máquina de coser eléctrica estuviese destinada para mí.