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Los globos cautivos

Si tú me lo pidieras, Eliacim, sería capaz de subir, gateando por el guiderope, hasta el más alto de los globos cautivos, hasta aquel globo que parecía no más que una manchita de lápiz entre dos nubes, en el medio mismo del cielo.

Me pondría unos pantalones de hombre, para manejarme con mayor soltura, y me tocaría la cabeza con una gran pamela, para que el viento tuviera por donde empujarme hacia arriba.

Debe dar gusto, hijo mío, ver el mundo desde un globo cautivo, verlo tan lejos que pudiera parecer, incluso, otro globo cautivo, mayor, sí, pero quizás, aun más cautivo. ¡Vete tú a saber!

Si tú me lo pidieses, hijo, sería capaz de destrozarme las manos, ya te digo, para que tú me pudieses adivinar más alta y más torpe que los más altos y torpes pájaros.