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Clase de equitación

¿Te gustaría, Eliacim, ser venturoso y jovial jockey de hipocampos, correr, con el viento de espaldas, el Derby de los hipocampos? ¡Ah, quién fuera sirena de la mar, hijo mío, brisa de la mar, arena de la mar, gota de agua de la mar, para comprar todos los hipocampos en venta y hacerlos correr, contigo y con tus compañeros encima, para que tú ganases siempre, Eliacim!

Me ilusiona tanto esta idea, hijo, que desde mañana mismo voy a aplicarme a la clase de equitación que hasta ahora llevé sin entusiasmo alguno, como una vieja sortija a la que se tolera. Y si llego a merecer las felicitaciones de mi profesor, Eliacim, te prometo hacer lo indecible para que el Almirantazgo ofrezca una copa que ganaré todos los años, pase lo que pase, para regalártela llena de florecitas blancas y doradas.

Sí, Eliacim, es muy formativa y saludable la clase de equitación que recibo cada mañana para sentirme un poco princesa encantada.