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Los crisantemos

No son odiosas las flores del crisantemo, tampoco son amables. Las flores del crisantemo, Eliacim, encierran entre sus pétalos los átomos más indestructibles y permanentes de los corazones de los samurais.

Las madres que llevan flores a las tumbas de sus hijos muertos, Eliacim, eligen siempre el crisantemo porque es la flor de la compañía, la hedionda flor que sabe hermanarse con el dolor como un gusano.

En los jardines donde los crisantemos nacen para ser degollados a tiempo, hijo mío, habita también la caracola donde se refugia el dolor, la cazuelita vacía donde cuelga sus albaranes el dolor.

¡Si vieses, Eliacim, lo difícil que es llegar a entender el agudo canto del crisantemo, sobre todo en la época del celo! Se han escrito gruesos volúmenes sobre el tema, pero ninguno llega a conclusiones medianamente aproximadas.