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Las ancestrales costumbres del Tíbet

Tú leías con gran detenimiento, hijo mío querido, un libro sobre las ancestrales costumbres del Tibet, un libro ilustrado con copiosas fotografías. Me ilusiona recordarte enfrascado en la atenta contemplación de las murallas de Lhasa.

Los jóvenes como tú, hijo, van perdiendo la afición a los formativos libros de viajes, a los diarios de los exploradores, y prefieren repetir las necedades propias de los poetas. Las ancestrales costumbres del Tibet, Eliacim, no las recogen los poetas en sus poesías.

Pero yo puedo asegurarte, hijo mío, que entre las ancestrales costumbres del Tibet también figura el amor, en sus más varias manifestaciones, jamás estuve en el Tibet, Eliacim, ni siquiera cerca, pero puedes dar por seguro lo que te digo: me lo contó un español que se llamaba Sebastián Rico y que era algo pariente del Dalai Lama. Sebastián Rico tenía unos bellos ojos negros incapaces de mentir. Yo, hijo, estuve algún tiempo enamorada de él, aunque la verdad es que nunca fui correspondida, por lo menos correspondida del todo.