La piel, ese sismógrafo
Cuando la especie humana consiga no sentirse demasiado ruin, usará la piel, ese gran invento, como sismógrafo.
De mí puedo decirte; hijo mío, que me siento muy feliz cuando un escalofrío me recorre la espalda, o cuando se me eriza el vello de los brazos, o cuando noto recubriéndome las sienes una heladora y algo áspera piel.
Entonces entiendo que por tus ojos sale un diminuto pez ciego.