Italia, Francia, España, nuestra vieja Inglaterra
En Italia, las madres aman a sus hijos sintiéndose siempre un poco bellísimas y violentas Beatrices.
El amor maternal en la concreta y dulce Francia suele ser un aleccionador espectáculo poblado de remotas reservas. Madame Bovary fue una madre sin tacha.
En la remota España, las madres muerden a los hijos en el cuello, hasta la sangre, para demostrarles su tenaz e invariable amor. Mr. Borrows, que anduvo vendiendo biblias por la anchurosa Castilla, así nos lo cuenta, según me afirma Mrs. Perkins, aquella señora tan ocurrente que mató a su marido poniéndole una irrigación de ácido nítrico rebajado con agua.
En nuestra vieja Inglaterra, las madres no tienen una manera determinada y prevista de amar a sus hijos varones. En esto, como en otras muchas cosas, existe una gran libertad.