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Los muertos y otros pensamientos igualmente vanos

Los muertos suelen tomar posturas sorprendentes, hijo mío. Probablemente, si ellos pudieran verse, serían los primeros sorprendidos. Es posible que fuera curioso un largo y detallado estudio sobre las posturas que adoptan las gentes para morir. Sus posturas podrían clasificarse en grupos y, al frente de cada uno de los grupos, figuraría un tierno animal doméstico aterido, una gallina, un conejo de corral, un pato, un suave y gruñidor lechoncillo. Si la gente fuera más culta de lo que es, Eliacim querido, podría saberse ya, a estas alturas, qué postura sería la preferida por cada cual al llegar el momento. Tu pobre padre (q. D. h.) prefirió, hijo mío, una caritativa postura de gata parida. Daba risa verlo. Algunos amigos tuvieron que ayudarme a desdoblarlo para poderlo meter en la caja.

Pensamientos vanos pueden albergarse varios al cabo del día; es tan sólo preciso prestar cierta atención. Un guardapelo con un bucle dorado, un niño que todavía no conoce los azotes, otro niño sabio en las artes del vuelo de la oropéndola. ¡Multitud, multitud de ellos!