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Un viaje alrededor de la cama

¿Te acuerdas, hijo mío, qué entretenido y emocionante resultaba el viaje alrededor de la cama?

Aquel camisón que me había tocado en la tómbola de los Spencer, aquel camisón color naranja desvaído que tanto te gustaba, a pesar de que, sin duda, era un poco cursi, un poco como al gusto holandés, yo sólo me lo ponía en los días muy señalados, en los aniversarios de tu pobre padre (q. D. h.) o en aquellos otros en los que decidíamos jugar una partidita al disparatado juego de azar de los viajes alrededor de la cama.

Tú, que aun no estabas lo bastante educado como para poder entender las cosas sin tener que explicártelas hasta el fin, te ponías colorado como un tomate y procurabas disimular tu emoción.