El veronal
Siempre fue de buen tono, hijo mío, quitarse la vida con veronal. Es un suicidio como para gentes que hayan amado mucho, como para gentes a las que nunca haya faltado nada, absolutamente nada.
Las almas van tomando un aire incierto y un color opalino, y los cuerpos languidecen, poco a poco, con una elegante tristeza, con un estudiado y amable abandono.
El veronal, hijo mío, debe tomarse con champán y por la noche, como la resignación.
Las mujeres, después de tomar su veronal, pueden dejarse amar por un amante apasionado y respetuoso, por un amante lento y servicial; es correcto. Lo que ya no es correcto, hijo mío, es escribir cartas de despedida.