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Pertinaz lluvia sobre los cristales

La lluvia cae pertinaz sobre los cristales, hijo mío.

Hace un mal día y los insectos, en las verdes y luminosas praderas, en los verdes y oscuros montes, procuran buscar el cauteloso vientre de las piedras, el vientre que rebosa clemencia.

Cuando tú ibas a nacer, hijo mío, la lluvia no caía pertinaz sobre los cristales y un sol radiante lucía en medio del cielo mientras el barómetro señalaba las saludables presiones.

Hacía un tiempo de primavera, hijo mío, y los insectos voladores escribían tu nombre, con letras de color de oro, sobre las nubecillas breves y blancas.

¡Jamás pensé que pudiera llegar a quererte tanto!