La tradición
Tú, hijo, mientras no ames la tradición nunca serás feliz del todo, serás feliz tan sólo a ratos perdidos, cuando, por más que te obstines, ya no tengas más remedio que serlo, así, así, como una bolita que, a fuerza de mirarla mucho, toma confianza y se transforma de repente en un escarabajo de élitros color de oro viejo:
Tú, hijo, mientras no ames la tradición, no verás crecer lozanas en tu corazón las orquídeas, no, las azucenas mejor, las azucenas que fabrican las famas útiles, las famas que se cotizan y que hacen que de quienes las poseen se diga: es un encanto de muchacho, lo veremos llegar muy alto.
Tú, hijo, mientras no ames o finjas amar la tradición no pondrás el huevo de oro.
Yo cumplo con advertírtelo, como es mi deber. Ahora, tú, haz lo que mejor te parezca.