Ofrezco hoy a mis lectores un libro, para mí, difícil de clasificar. Quizá por su misma intención, por lo que él ha querido ser y yo no he evitado.
Pabellón de reposo es un intento —no nuevo en las modernas letras españolas; ya don Miguel de Unamuno se lo propuso— de desenmascaración de la circunstancia del tiempo que la constriñe y del espacio que la atenaza. En él la acción es nula y la línea argumental tan débil, tan sutil, que a veces se escapa de las manos.
Hasta qué punto un libro concebido con esta preocupación técnica —o estética, como queráis— es una novela, es cosa que yo no sé. A caballo sobre la Preceptiva, no creo que faltaran argumentos para afirmar o negar lo que nos propusiéramos.
Decía Dostoievski —y esto me causa cierto temor— que la preocupación por la estética es la primera señal de impotencia.
Es posible que sea verdad…
C. J. C.